Día 18

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–Está listo el café. – Dijo ella entregandóme una taza.
Era un día perfecto.
Un día frío.
Una chimenea.
Café caliente.
Lilith.
Y un sofá para acurrucarnos.
Se sentó a mi lado, me encantaba verla, se veía guapa sin una sola de maquillaje. Sus ojos tristes y esas pestañas largas y caídas, sus labios delgados y sus rasgos finos.
–Gracias Lilith – Sonreí.
–Muevete un poco. – Dijo ella. Se sentó a mi lado, con la mirada perdida.
–¿Está todo bien? – Pregunte afligido.
–Sí. Es solo, que, estos días de invierno, me recuerdan a mi mamá.
–¿Que con ella?
–Nunca regresó. – Se me hizo un nudo en la garganta.
–¿Quieres contarme?
–Científica. Fue a Austria, a hacer una investigación. Jamás la volví a ver.
–Lo siento.
–No. No lo digas. Por favor, no seas como el resto. Todo el mundo me dice "Lo siento" pero en realidad no lo sientes. Solo... Tratas de comprender. Una persona jamás sentirá el mismo dolor que siento, o el tuyo o el de él, por que nadie, nunca podría ponerse en nuestro lugar. – Dicho esto, dejó la taza en el suelo y subió los pies en el sofá. – En ocaciones, las personas ni siquiera saben comprender. – El corazón se me hizo pedazos.
La tomé en brazos, la abraze fuerte, no lo suficiente como para lastimarla, pero con la fuerza suficiente para sentirla cerca de mi.
–Me queda claro que estás rota. Pero, quiero que sepas, que te quiero. Amo todos tus fragmentos rotos, hasta los más pequeños.
–No tienes que hacerlo. – Susurró. – Yo no podría ser tan egoísta como para arrastrarte a mi infierno.
–Si tu eres el infierno, no me interess conocer el cielo.
–No lo digas.
–Dejáme repararte. – Y sin previo aviso, me besó.

DiciembreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora