Día 19

4 2 0
                                    

–Venga Lilith, sólo sube al auto – Le rogué por milésima vez.
–¿A dónde me vaz a llevar? – Preguntó.
–A un lugar precioso – Lilith estába nerviosa, lo podía notar. Le sonreí para calmarla, me acerqué a ella y acaricié su mejilla.
–¿Es muy lejos? – Preguntó timida
–No tanto – Suspiré. – ¿Tienes miedo de ir conmigo a un lugar misterioso?
–No. – Dijo sin pensarlo. – Escaparía a cualquier parte del mundo contigo. Lo haría ahora mismo si me lo pidieras. – Dijo con enorme seguridad provocando que mi corazón diera un vuelco.
–Vamos entonces. – Sonreí.
–Vamos – Asintió.
–Me encanta viajar – Dijo ella asombrada por el paisaje
–Si, es lindo. 
–¿Sabes que me encanta?
–¿Qué?
–La naturaleza. Es preciosa.
–Lo sé – Suspuré. Ella era más hermosa que cualquier paisaje, mejor que cualquier cosa en el mundo
–Cuando era niña, me gustaba jugar bajo la lluvia – Me hacían gracia sus comentarios referentes a su edad. 17 años. Ella aún era una niña.
Siempre me había preguntado el por qué de sus expresiónes.
Pero supongo que jamás lo sabré.
–¿Y qué más te gustaba?
–Los días soleados
–¿Ya no te gustan?
–No, Ya no.
–¿Por que no?
–No lo sé. Con el tiempo me dejaron de gustar muchas cosas. La gente, por ejemplo
–¿Qué con la gente?...

Algunas personas, son muy, Mierdas
–Me he topado con algunas.
–Me gusta la lluvia
–Es linda la lluvia
–Es triste, también.
–Sí. Un poco – Ella asintió. Todo el camino me daba respuestas vagas, miraba la ventana, y suspiraba de vez en cuando. Ésta chica era tan maravillosa como bipolar.

Cuando llegamos al bosque, sus ojos se abrieron más de lo normal. Se detuvo a mirar todo.
–¿Qué? – Le pregunté.
–Mi madre, adoraba este lugar. – Sonrió con melancolía. – Gracias por traerme – Tomó mi mano con timidez.
–Quería traerte aquí desde hace mucho.
–Me encanta – Suspiró. Caminó tomando mi mano. Caminamos en silencio. No sabía qué era lo que pensaba. Honestamente, no sabía cuál era la situación de Lilith, no sabía que tan rota estába. Ella siempre me había dicho qué no estába rota, sino jodida.
–¿Podemos sentarnos aquí? – Preguntó señalando un árbol. Asentí. Nos sentamos bajo la sombra del árbol.
–Oye extraño... ¿Cuánto tiempo te quedarás en mi vida?
–Quisiera estár siempre.
–Nada es para siempre – Sonrió amargamente.
–Estaré contigo tanto tiempo como me lo permitas, así sean 10 minutos, tres días, 7 meses o toda la vida, si es a tu lado, sé que será el mejor momento de mi vida.
–Te quiero – Susurró.
–También yo.

DiciembreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora