CAPÍTULO 1

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Lunes. 6 de la mañana. Otra semana más. Sé que tengo que levantarme o haré tarde pero no, no quiero, no puedo, no debí quedarme ayer hasta la 1 de la madrugada viendo esa maldita película irreal. Los muñecos no pueden cobrar vida. O eso espero.

Las sabanas me guardan del frío exterior, aunque no haga mucho, en la cama se está mejor.

Al final me decido y me levanto, tengo los pies descalzos y noto el frío recorrerme desde los dedos hasta las caderas, no encuentro las zapatillas y eso me pone de los nervios. Miro hacia el escritorio que tengo en frente y ahí encima está la ropa que me preparé ayer por la noche. Me visto: falda tejana, camisa blanca por dentro de la falda, medias negras y botines.

Adoro la primavera, no hace calor ni necesitas abrigo, puedes llevar botas o sandalias, pantalones largos o shorts. Hay donde elegir, eso me gusta porqué nunca tengo las ideas claras y lo quiero todo o nada, no se decidirme y eso me causa bastantes problemas, pero los voy solucionando.

Me miro al espejo y ¡vaya ojeras! Un poco de corrector, delineador y pasarme el cepillo por el pelo. Menos mal que no tengo que planchármelo, lo tengo liso como una pared por naturaleza. No entiendo por qué la gente dice que soy rubia o morena, no soy ninguno de los dos, mi pelo es castaño, por lo tanto, ¿soy una castaña?

Alejándome de mis pensamientos sin sentido que me han hecho perder tiempo veo que no llego a coger el bus para ir a clase. No puedo perderlo otra vez, mi madre me matará, está harta ya de lo impuntual que soy, siempre que lo pierdo tiene que llevarme ella y entonces llega tarde a su trabajo, soy un desastre.

Veo a Cristina, correr por la otra acera, que chica más rara, siempre está sola y viste de negro, de pequeñas éramos amigas, no sé qué pasó, pero ya no lo somos. Cosas de la vida.

Gracias a la corrediza que se ha pegado la rarita el conductor nos ha visto y nos ha esperado. Entro al bus y me siento al lado de Cristina. Miro por primera vez el móvil desde que me he levantado. "Buenos días cariño". Todos los días el mismo mensaje desde hace casi un año. Él es Adrián, físicamente no destaca mucho: casi tan bajito como yo, pelo oscuro y moreno, hubo algo que me atrajo de él, pero aún no se el que. Le quiero o eso creo No sé qué es bien bien eso de querer, supongo que es lo que siento por Adrián. Él ya está en la universidad y yo sigo en el instituto, es mucho más mayor que yo y eso a mis padres en un principio no les gustó, pero una vez le conocieron vieron que era un buen chico con buenas intenciones. Él si que tiene claro que me quiere y piensa que algún día nos casaremos, yo eso ultimo no lo tengo muy claro puesto que solo tengo 17 años aún, es pronto.

El autobús ha llegado unos minutos tarde por mi culpa y la de Cristina, suficiente como para ir a clase y que todos ya estén sentados esperando a que el profesor pesado y viejo de filosofía empiece a explicar el temario. Llamo a la puerta y todas las miradas se fijan en mí, ¿por qué hacemos todos eso? Aunque desde luego no hay mirada que se me clave más que la de Marcos. Me dirijo a la última mesa vacía, al final del aula y mientras camino noto su mirada y su sonrisa de niño malo analizándome, me giro para mirarle e intenta disimular que me miraba, pero sé que lo estaba haciendo, lo juro.

Marcos es... Marcos. El chico más deseado del instituto. Lo tiene todo, guapo, popular, simpático y listo, de hecho, es el más listo de la clase. Es un rubio alto de ojos almendrados marrones y sonrisa natural y acogedora, te hace sentir bien solo con mirarte, tiene ese poder.

No os creáis que esta es la típica historia en que el quarterback se enamora de la pringada tímida y virgen que al principio tienen una relación secreta en que ella quiere decírselo a todo el mundo, pero él en cambio solo piensa en su estatus y en lo que salir con la friki representa. Yo no soy así, ni mucho menos, me encanta leer ese tipo de novelas, sin embargo, no quiero vivirlas.

El guapetón y yo tuvimos lo nuestro en el pasado. Cuando acabó cada uno siguió su camino, pero este año, por problemas de distribución me han puesto en su misma clase y me han separado de mis amigos. No había más personas para cambiar que me han tenido que cambiar a mi...

Los minutos me parecen siglos, el tío que tengo al lado es un es un estúpido, no me habla más que para pedirme los deberes. Es un chulo que se cree más importante por dejar el casco de su moto encima de la mesa como diciendo "Ey, por si no os habíais dado cuenta todas las mañanas cuando hago caballitos y mierdas en a entrada, tengo una moto". Lo peor de todo es que hay chicas que babean por él. ¿Cómo va a acabar esta sociedad?

Presto atención al profesor y me alegro mucho de hacerlo. Aristóteles decía que el alma y la mente son cosas separadas que a la vez se complementan, pero totalmente distintas. Esto me hace pensar en mi situación sentimental.

Mi mente me dice que estar con Adrián es lo mejor, me quiere, me trata bien, me lo paso genial con él, tiene una buena familia adinerada y muchos contactos para hacer de mí una gran periodista, ese es mi sueño y a su lado tengo un acceso más fácil y rápido.

Por otro lado, si fuera por mi alma, es decir mi corazón, mis sentimientos y mis pasiones cuando acabara esta clase y se vayan todos a la cafetería, esperaría a Marcos, le diría que le echo de menos, le abrazaría, le daría besos por el cuello hasta llegar a su oreja y le susurraría que le necesito. Si yo hiciese eso, le conozco y sé que me cogería por las caderas, me sentaría en una mesa, apagaría las luces de la clase, cerraría las puertas y me empezaría a besar y a acariciar sin cariño. Tendríamos que parar antes de llegar a algo serio porqué los descansos sólo son de 10 minutos y nos podrían pillar pero el caso es que por mucho que lo desee no me atrevo a mandar mi relación perfecta a la mierda por algo que en su día ya no funcionó.

A parte él ahora tiene novia, una chica que no es ni popular ni antisocial, es simplemente ella misma, a mi nunca me cayó demasiado bien pero desde que están juntos, menos. No sé por qué siguen con esa farsa, ni el uno la quiere ni la otra tampoco. Pero sus motivos tendrán.

Bajo de mi nube de sueños y aprovecho el descanso para ir con mis amigas. Ya estamos acabando el segundo trimestre y nada sigue siendo como el curso pasado. Este verano lo pasé con mi familia fuera y ellas habían hecho de nuestro trío inseparable de hermanas, un dúo. Alicia se había echado novio, un jugador de fútbol un año mayor y junto con Sara, habían pasado los tres el verano de fiesta en fiesta.

Yo ahora era una extraña. Hablaban todo el rato sobre cosas que yo no sabía porqué no estaba cuando pasaron y no notaban que me sentía excluida.

Dos fiestas, tres resacas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora