Dos fiestas, tres resacas.

CAPÍTULO 7

Volvimos al jardín y todos se nos quedaron mirarando. Habíamos estado un buen rato ahí dentro pero nadie dijo nada, todos sabían que había algo entre nosotros dos.

A la mañana siguiente me desperté en mi cama y al lado tenía a Alicia que se había quedado a dormir en mi casa.

Miré mi móvil y tenía un mensaje de Sergio.

"Buenos días ¿quieres que vayamos a desayunar?"

Después de lo que hice la noche anterior no podría ni mirarle a la cara, pobrecito, era tan bueno, y yo tan repugnante...

Desperté a Ali porqué era un momento de crisis, normalmente no lo hubiese hecho porqué se despierta de muy mal humor pero era una emergencia.

-Sergio me ha dicho de ir a desayunar, ¿que hago?

-Ves.

-¿Eso es todo? Vaya mierda de consejo.

-¿Qué quieres que te diga? Me acabo de despertar.

-Vale, te acompaño a tu casa y voy.

Nos vestimos, me maquillé un poco para disimular la cara de resaca y nos fuimos, hacía tiempo que no estaba con Alicia a solas y apenas sabía nada de su vida así que decidí preguntarle.

-POR FIN, creía que ya no te importaba y que nunca me ibas a preguntar. Tengo un dilema Lucía, no te lo quería decir pero ya que me preguntas... ¡He conocido a alguien! Alex es genial y me quiere pero ya empieza a ser un poco aburrido, o eso creo, y a este chico que se llama Andrés yo ya le conocía de antes pero ahora le estoy conociendo de forma distinta. Yo le gusto y es muy guapo.

-¿Pero a ti te gusta?

-Es que no lo se, estoy bien con Alex pero me da curiosidad Andrés, ¿que crees que significa?

-Significa que estás loca, y que ya se te pasará cuando te des cuenta de qué es lo que quieres realmente, hasta el momento no la cagues.

-Está bien eso de darme consejos que ni tu misma sigues.

Cuanta razón tenía. No se lo que quiero.

Seguimos hablando de tonterías hasta llegar a su casa y despedirnos.

Tardé cinco minutos en llegar a la cafetería, suficiente como para mirarme diez mil veces en el reflejo de los cristales de los coches aparcados. ¿Qué obsesión con mi aspecto tengo?

Sergio ya estaba sentado en una mesa de la terraza, tejanos largos, deportivas y una camiseta blanca de manga corta. Muy básico pero muy guapo. Después de analizarle, me acerqué, le di dos besos y me senté. No pasaron ni treinta segundos cuando la camaera me trajo una bandeja con el almuerzo.

-Capuchino con leche de soja y un donut de chocolate, ¿acierto?

-Si... ¿Cómo lo has sabido?

-El capuchino con leche de soja es lo que pediste el día que te conocí y el donut de chocolate...he visto una foto tuya en instagram comiéndote uno.

-Muy astuto. Te fijas en los detalles, me gusta.

Hablar con él me hacía sentir tranquila y relajada, no había presiones, podía ser yo misma y parecía ser interesante para él pero tanto hablar sobre mi me dio curiosidad por saber de dónde venía él y quien era.

-Mi padre se acaba de casar y esta semana se mudan la mujer y su hijo a nuestra casa así que todo esto es nuevo para mi, siempre hemos estado los dos solos y ahora tendremos que convivir cuatro bajo el mismo techo. Toca adaptarse, qué le vamos a hacer.

Pobrecillo, quería preguntarle sobre su madre pero no sabía cómo así que cambié de tema por si acaso no era una buena pregunta. Mi abuela siempre dice que no preguntes aquello cuya respuesta no quieres saber así que mejor me quedaba calladita respecto a ese tema.

Sergio me gustaba mucho y quería que las cosas fueran distintas con él, este chico valía la pena.

Ya casi era la hora de comer así que me acompañó a mi casa y nos despedimos con un beso.

De verdad que me gustaba, ahora ya sabía lo que quería.

Los siguientes días nos veíamos por el insti y nos sonreíamos, nada de besos en público, ni abrazos, ni conversaciones, ni nada. Eso si, cuando acababan las clases me acompañaba hasta mi casa. Si, era media hora andando pero la pasábamos hablando de todo. Con él me gustaba incluso andar innecesariamente.