CAPÍTULO 1ºPESADILLAS NOCTURNAS

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CAPÍTULO 1º

PESADILLAS NOCTURNAS

Como tantas otras noches desde que tenía cinco años, Jeremías Montalvo despierta en su cama empapado en sudor frío y gritando con toda la fuerza de sus pulmones, hasta que se da cuenta de dónde está y se deja caer de nuevo sobre la almohada.

Treinta años lleva haciendo eso.

Treinta años de noches plagadas de pesadillas y en los que no es capaz de ver uno de esos grifos de jardín con la maneta en forma de flor sin ponerse a temblar como una hoja y ponerse blanco como la cera.

Treinta años de terapias psicológicas de las que lo único que sacó en limpio fue conocer a la que durante nueve años fuera su mujer, hasta que lo dejó por otro, con una mano atrás y otra delante. Por suerte, no tuvieron hijos.

Mira el despertador y gruñe.

Sólo son las 03:00 de la madrugada.

Aún le quedan más de cuatro horas de sueño antes de que vuelva a entrar a trabajar en la redacción, pero es consciente de que le va a resultar casi imposible volver a conciliar el sueño.

Aún así, lo intenta. Cierra los ojos y hace lo posible para volver a dormirse.

Menos de una hora después decide levantarse al darse cuenta de que le es imposible volver a retomar el sueño

A pesar de que lleva teniendo la misma pesadilla cada noche desde hace treinta años, la de esta noche parece, por algún extraño motivo, especial. Mucho más intensa y vivida.

Bostezando y restregándose los ojos, se mete en su pequeña cocina y se prepara una taza de café bien cargado y caliente.

Luego, tras bebérselo, se mete en la ducha y se pasa casi una hora bajo el chorro del agua caliente.

―Dos horas y media todavía antes de entrar a trabajar –se dice mirando el reloj de la cocina con expresión adormilada.

Luego, entra en su salita de estar y se deja caer en el sillón frente a la pequeña tele de pantalla plana, que enciende con gesto distraído, con la intención de ver lo que hacen a las tantas de la madrugada.

Con gesto somnoliento va pasando canal tras canal, en busca de algo más interesante que los malditos programas de La Tienda en Casa.

Y van pasando las horas en el reloj y, por fin llegan las ocho de la mañana, encontrando a nuestro protagonista muerto de sueño pero sin haber podido volver a conciliar el sueño.

Como si de un autómata se tratase, vuelve a ducharse y luego se afeita.

Por fortuna, el café ha hecho su trabajo y se encuentra lo bastante despejado como para ir a la redacción del periódico en el que trabaja como reportero desde hace años.

Cuando llega, puede ver que sus compañeros están bastante atareados con alguna nueva noticia y, sin dudarlo dos veces, se acerca a hablar con Alejandro Calderón, su redactor jefe que al verlo llegar sonríe como, si de repente, se hubieran solucionado todos sus problemas de golpe.

―¡Hombre, Montalvo! –Saluda el orondo y veterano periodista palmeando la escuálida espalda de nuestro hombre―. Precisamente estaba pensando en ti. Eres el hombre ideal para sacar adelante este reportaje―. Calderón dedica una mirada al resto de miembros de su plantilla, que asienten con un enérgico cabeceo.

―¿De qué se trata? –Inquiere Jeremías acercándose al corrillo donde hablan sus compañeros de trabajo.

Uno de sus colegas se acerca a él con una fotografía en la mano y se la enseña.

Al instante, Montalvo nota como se le forma un nudo en el estómago, y tiene que buscar una silla donde sentarse, al tiempo que musita en voz muy bajita, apenas un susurro imperceptible.

―¡Santo Cielo, ha vuelto!

―¿Has dicho algo, Jeremías? –Pregunta su compañero dejando la foto sobre la mesa e interesándose por Montalvo.

―N―no, nada –lograr decir por fin Montalvo, tras aclararse la garganta con un sonoro carraspeo.

Ninguno de los allí presentes conoce su historia.

Tomó todas las precauciones posibles para lograrlo, empezando por cambiarse el nombre cuando tuvo edad para ello.

Luego, y haciendo un esfuerzo sobrehumano, toma la foto y la examina con atención.

"No hay duda" –Piensa mientras mira la imagen impresa en el papel. La imagen de un niño de alrededor de unos cinco años, muerto, con un extraño y peculiar orificio en su ombligo―: "Después de treinta años, ha vuelto".

TERRORES INFANTILESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora