CAPÍTULO 10º
CARA A CARA CON SU PASADO
Jeremías camina por las calles del pueblo con expresión enloquecida, y aparentemente sin rumbo fijo.
Avanza con paso vacilante, como si estuviera borracho o enfermo.
En su mente lleva grabado el sonido de una voz, una voz que lo ha estado atormentando durante los últimos treinta años de su vida.
Mientras, en la pensión de su tía Delfina tiene lugar la siguiente conversación entre la dueña del hostal e Irma Calderón.
―Parece que por fin mi sobrino está superando su trauma. Me alegro por él, jamás quise hacerle daño. Por eso lo dejé escapar.
―¿Q-qué quiere decir con eso...?
―Ay, chica –Delfina sonríe mostrando unos dientes sucios y horribles mientras coge un cuchillo de encima del mármol de la cocina y comienza a juguetear con él―. A veces tengo la sensación de que los jóvenes de hoy en día sois bastante estúpidos.
―S-suelte ese cuchillo –pide Irma con voz temblorosa―, me está asustando.
―¿Asustarte? ¿Por qué? –Delfina sigue sonriendo mientras sigue avanzando hacia la joven estudiante de periodismo―. Tan sólo soy una anciana indefensa.
Mientras, Jeremías ha llegado al Cuartelillo de la Guardia Civil y está contando al Sargento Herráiz una historia de lo más absurda e increíble sobre brujas que se alimentan de sangre y grifos con la manilla en forma de flor.
―E-espere un momento, señor Montalvo... ―Pide Anselmo Herráiz, haciendo un gesto con su mano derecha para que el periodista se calme―. ¿Me puede repetir con más calma todo eso que me acaba de contar? –El Sargento respira hondo y saca su libreta de notas―. ¿Dice que a los niños los mató una bruja?
―Ya veo que no me cree –replica Jeremías levantándose de la silla y caminando hacia la puerta del despacho del Sargento de la Guardia Civil―. Fue un error venir aquí.
―¡Espere, señor Montalvo! –Pide Herráiz, pero ya es tarde y Jeremías ya ha abandonado el Cuartelillo.
Mientras tanto, en casa de la tía Delfina...
―Ya eres un poco mayor para mí, bonita ―la tía de Jeremías ha mostrado por fin su verdadero rostro a Irma, y la joven no puede menos que comenzar a chillar fuera de sí y esperar a que alguien llegue a salvarla de las horribles garras de la infernal criatura que tiene delante―. Pero creo que tu sangre me servirá igual.
En ese preciso momento, la puerta de la casa se abre, y un jadeante Jeremías hace acto de presencia.
Lleva en su mano derecha una navaja y un horrible rictus desfigura su rostro.
―¡NO LA TOQUEEES! ―Brama mientras da un paso hacia las dos mujeres―. ¡Apártate de ella, tía!
―Mi sobrino querido ―Delfina comienza a recular apartándose de la aterrorizada Irma, que se abraza a su salvador y comienza a cubrirlo de besos.
―¿Q-qué eres tú? ¿C-cómo pudiste? ―Inquiere Jeremías si apartar la mirada de la vieja.
―¡Llevas mi sangre, Jeremías Montalvo! ―Exclama la maligna criatura dando un paso hacia la pareja de periodistas con las uñas por delante, dispuesta a atacar.
En ese instante, resuenan dos disparos, y la tía Delfina, lanzando un aullido que nada tiene de humano, se deja caer hacia atrás cuan larga es.
―¿¡Q-qué diablos era esa cosa!? –Seguidamente, se oye la voz del Sargento Anselmo Herráiz desde la puerta de la cocina, donde Delfina había conseguido acorralar a la aterrorizada Irma Calderón.
―Mi tía –responde Jeremías mientras observa como el horrible rostro de su tía retorna a su estado humano―. O al menos creo que lo fue hace mucho tiempo...
FIN
EPÍLOGO 1º
El segundo niño desaparecido es recuperado horas más tarde, tras permanecer un día entero oculto en una covacha situada a unos dos kilómetros del pueblo.
Por suerte, el pequeño no recuerda nada.
En el camino de vuelta a Cuenca, Irma intenta hablar con Jeremías, pero éste, por alguna extraña razón se cierra en banda hasta llegar a la capital, donde se despide de la joven y le comunica su decisión de regresar al pueblo, quizás para quedarse a vivir allí para siempre.
―¿Por qué? –Inquiere la joven después de besar a Montalvo en los labios.
―No lo sé –responde Jeremías con expresión taciturna―. Quizás necesito saber qué le pasó a mi verdadera tía Delfina. Puede que sólo así supere mis terrores infantiles...
EPÍLOGO 2º
Han pasado algunos años y Jeremías Montalvo vive en Fuentechica junto a Irma, con la que terminó casándose y teniendo dos hijos preciosos.
Hace tiempo que supero su aversión a los grifos con la maneta en forma de flor.
Ahora, lo que está despertando en su interior es una insaciable sed de sangre humana, de sangre de niño pequeño...
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