CAPÍTULO 4º LA TÍA DELFINA

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CAPÍTULO 4º

LA TÍA DELFINA

Lo primero que llama la atención de la anciana al ver a su sobrino, es el mal aspecto que presenta, y así se lo hace saber llevándoselo aparte una vez los ha instalado a ambos en sendas habitaciones de la pensión.

―¿Sigues teniendo esas horribles pesadillas, verdad? –Dice la septuagenaria acariciando con su arrugada diestra el rostro del periodista.

―Sí, tía –Jeremías asiente tristemente con un leve cabeceo―. Después de treinta años aún no he podido olvidar a aquella mujer ni lo que les hizo a aquellos niños.

―Y piensas que al pequeño de los Anguita le ha podido pasar algo parecido, ¿verdad?

―Todo concuerda, tía Delfina –responde Montalvo mientras toma asiento en una de las sillas de la pequeña cocina de la mujer―. El orificio en el ombligo, la falta de sangre, todo.

―¿De verdad estás dispuesto a pasar de nuevo por todo eso como cuando eras un crío? –La anciana dedica a su sobrino una triste sonrisa.

―No lo sé, tía –sin embargo, el periodista desvía la mirada agachando la cabeza para mirar al suelo de la cocina―. Tengo miedo de lo que pueda encontrar. Pero más miedo tengo de lo que pueda pasar si no me enfrento a ello cara a cara.

―¿Crees que ha sido la misma persona que os secuestró a ti y a los otros niños hace tantos años?

―Nunca la atraparon –replica Jeremías con voz cansada.

―Según tu propia historia, hace treinta años, la mujer que os retuvo era ya mayor.

―Sí, al menos de cuarenta o cincuenta años...

―Eso significa que, si es la misma persona, puede ser incluso más vieja que yo.

Jeremías Montalvo no replica a las palabras de su tía, se limita a mirarla fijamente con expresión cansada y, ¿por qué no decirlo? Con un punto de terror en sus ojos.

Entonces, Delfina decide cambiar de tema y dedica a su sobrino una sonrisa cargada de complicidad al tiempo que le propina una palmada en el brazo.

―¿Quién es tu amiga? ¿Tu novia? Es muy bonita.

―¿Eh? ¡Oh, no! Ella es la hija de mi Jefe. Está aquí para ayudarme con mi investigación.

―Ah –es todo lo que acierta a decir la anciana, pero sigue sonriendo.

Luego, vuelve a apoyar su mano sobre el hombro de Jeremías y le susurra al oído.

―Yo de ti no me lo pensaría dos veces. A esa chiquita le gustas, y mucho.

―¡Tía Delfina, por favor! –Exclama el periodista como si su tía hubiera dicho la mayor de las blasfemias.

―Hazme caso, sobrino. Sé cuándo una mujer está enamorada en cuanto la veo― la anciana guiña un ojo a su sobrino, divertida―. No hay más que ver con que ojitos te mira la muchacha.

Antes de que su anciana tía pueda decir algo más, Montalvo se levanta de la silla y sale al recibidor de la pensión, donde lo espera su compañera con una amplia sonrisa en los labios y un brillo de alegría en sus bonitos ojos verdes.

Una vez han dejado el equipaje en sus respectivas habitaciones, ambos salen de la pensión con la idea de iniciar cuanto antes su investigación periodística.

Como el pueblo no es demasiado grande, se pueden permitir ir a pie en busca de la familia del niño David Anguita.

Cuando por fin llegan a la casita de la familia del pequeño asesinado, Jeremías nota como se forma un nudo en su estómago y en su garganta, cosa que no pasa desapercibida para su compañera, y antes de que llamen a la puerta de la vivienda, se lo lleva aparte y le pregunta con expresión claramente preocupada.

―¿Te encuentras bien, compañero? Si no es así, podemos dejarlo para mañana...

―N-no. Me encuentro perfectamente –miente Montalvo, intentando esbozar una sonrisa, y logrando apenas una triste mueca.

Sin embargo, sigue adelante y acercándose a la puerta de la casa, alza el pesado aldabón de metal para llamar...

TERRORES INFANTILESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora