CAPÍTULO 6º
DURANTE LA NOCHE
Una vez de nuevo en la pensión de la tía Delfina, ambos periodistas hablan mientras dan buena cuenta de los huevos fritos y los chorizos que la buena mujer les ha preparado para cenar.
―¿Por qué crees que la madre del niño ha mentido con respecto a su abuela? –Pregunta Irma mientras se sirve un vaso de vino con gaseosa y se corta otra rebanada de pan para seguir mojando en el segundo huevo frito de su plato.
―No lo sé –responde Jeremías, tragando lo que tiene en la boca –quizás la vieja vio algo y ella sólo la protege.
―Pero se trata de su hijo.
―Por eso mismo –Jeremías corta un trozo de chorizo con el cuchillo y el tenedor y se lo lleva a la boca―. Ya ha perdido a su hijo, quizás tenga miedo de perder también a su abuela.
―No sé... ―Irma Calderón se encoge de hombros―. Me sigue pareciendo una reacción totalmente ilógica en alguien que ha perdido a su único hijo de una forma tan trágica y terrible.
―Bueno, sea lo que sea, tendremos que intentar averiguarlo mañana –responde Montalvo, levantándose de su silla tras haber dado buena cuenta de su cena―. Yo estoy agotado. Sé que no ha sido ni una hora de viaje, pero conducir puede conmigo y me gustaría dormir hasta lo menos las nueve de la mañana.
―Como quieras –su compañera le dedica una comprensiva sonrisa―. Yo me quedaré pasando las notas al ordenador.
Por un leve instante, ambos dos quedan mirándose fijamente sin decirse una palabra.
Finalmente, Jeremías se despide con un escueto buenas noches, y sale de la cocina de su tía Delfina para dirigirse a su habitación.
Una vez en el dormitorio se desviste con lentitud, pensando en las palabras que la anciana le dijera a su llegada al pueblo para acabar pensando en los enormes y verdes ojos de su bonita compañera.
Horas más tarde, cuando ambos periodistas ya duermen cada uno en su respectiva cama, una sombría figura entra en el cuarto de otro pequeño y lo saca de su camita, mientras lo arrulla con voz suave y melosa para que no se despierte.
Una vez fuera de la casa, y con el pequeño envuelto en su propia ropa de cama, la perversa criatura desaparece envuelta en una espesa y oscura niebla sin dejar rastro de su presencia.
Al día siguiente, todo son gritos y confusión cuando los padres del pequeño secuestrado se percatan de la desaparición de su retoño.
A las diez de la mañana, todo el pueblo de Villar del Pozo ya se ha enterado de este nuevo horrible suceso y se reúnen en torno a la familia del pequeño para hacerles llegar sus condolencias.
―¡Vuelve a repetirse la historia como con el pequeño David Anguita! –Exclama alguien entre la multitud.
Es una voz femenina.
―¡Vamos a hablar con el Sargento de la Guardia Civil! –Se oye otra voz casi de inmediato.
Esta vez es una voz de hombre.
Poco después, un nutrido grupo de vecinos se dirige hacia el Cuartelillo de la Benemérita, ubicado en la plaza del pueblo.
Tal es el vocerío que arman, que logran llamar la atención de Jeremías y de Irma, que en esos momentos dan buena cuenta del tardío desayuno que les ha preparado la buena de Delfina.
―¿Qué ocurre? –Pregunta Montalvo asomándose a la ventana de la cocina.
―¡Ha desaparecido otro niño durante la noche! –Responde una voz entre la multitud―. Y vamos al Cuartelillo a hablar con el Sargento Herráiz, a ver qué nos dice.
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