CAPÍTULO 8º LA ENTREVISTA AL SARGENTO HERRÁIZ

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CAPÍTULO 8º

LA ENTREVISTA AL SARGENTO HERRÁIZ

Anselmo Herráiz suspira hondo y comienza a hablar con esa voz que le resulta a Jeremías difícil creer que surja de su escuálido y pequeño cuerpecillo.

―Lo cierto es que la desaparición y la muerte del pequeño David Anguita es un asunto cuanto menos espeluznante.

Dicho esto, Herráiz se levanta y abre un fichero del que extrae una carpeta y una fotografía: La fotografía del cadáver del niño David Anguita conocida ya por nuestro protagonista.

―El niño desapareció hace una semana. Su cuerpo sin vida apareció hace dos días en el mismo lugar donde estuviéramos buscando al día siguiente de su desaparición.

Jeremías, al ver de nuevo la foto, vuelve a sentir la nausea pugnando por subir desde su estómago.

―Tengo entendido que el cuerpo del pequeño apareció sin gota de sangre –interviene entonces Irma.

―A-así es –responde Herráiz con voz trémula, cosa que hace que los dos periodistas lo miren con sincera simpatía―. Lo cierto es que fue algo verdaderamente horrible; quiero decir que el pequeño David Anguita era un niño sano y fuerte, como corresponde a un niño de su edad –explica el Sargento con la voz algo más firme.

―¿Qué cree que pudo sucederle? –Pregunta Jeremías, aunque él ya conoce muy bien la respuesta.

―No tengo ni la más remota idea –responde Anselmo Herráiz con gran sinceridad, para añadir seguidamente tras un prolongado silencio―. Lo único que tengo claro es una cosa –toma la foto y señala la extraña marca en el ombligo del niño muerto―: Algo me dice que le extrajeron la sangre por ahí, me jugaría el puesto a que fue así.

Tan sólo Montalvo asiente con un ligero cabeceo ante la afirmación del Guardia Civil.

―Me he informado, y tengo entendido que hace unos treinta años ocurrió algo parecido en un pueblo cercano a éste –Irma queda mirando al Sargento Herráiz en espera de su respuesta.

―Sí –responde por fin el Guardia Civil encogiéndose levemente de hombros.

Luego, lanza un profundo suspiro y añade...

―Lo cierto es que los casos son demasiados similares como para pasarlo por alto, pero han pasado demasiados años como para no pensar que pueda tratarse de un imitador.

Tras esto, las preguntas se decantan sobre el modo a seguir durante las pesquisas del caso, y una vez Jeremías e Irma consideran que ya tienen todo lo necesario para iniciar su reportaje, se despiden del Sargento Herráiz con sendos apretones de manos.

Una vez fuera del Cuartelillo, la joven hija de Alejandro Calderón toma a su compañero del brazo, y tras obligarle a detenerse, le dice sin más miramientos...

―Tú sabes algo que no me quieres contar.

Jeremías Montalvo boquea un par de veces como pez fuera del agua antes de responder con voz temblorosa.

―¿Q-qué te hace pensar tal cosa?

―La forma en que has mirada esa foto ahí dentro hace unos instantes. Eso me hace pensar tal cosa.

―No sé a qué te refieres, en serio –miente Jeremías mientras echa a andar de nuevo calle abajo.

―Por favor –suspira Irma con expresión entre cansada y aturdida mientras acelera también el paso hasta colocarse a la altura de su compañero y obligarle a detenerse.

Cuando por fin vuelve a obtener la atención de Jeremías le dedica una dulce sonrisa y le dice...

―Mira, me pareces un buen tío, y para serte sincera a mi tampoco me hace gracia que mi padre me haya obligado a venir a este lugar olvidado de la mano de Dios para, según él, que aprenda como trabaja un periodista de verdad, lo que por otra parte quiere decir que mi viejo te tiene en gran estima.

―¿Estás intentando convencerme para que te cuente eso que crees te oculto? –Inquiere Jeremías con una extraña y divertida sonrisa en sus labios.

Entonces, y como respuesta, Irma Calderón hace algo que deja anonadado a su compañero de viaje y trabajo.

Lo toma de la nuca y lo besa en la boca, para seguidamente darle una fuerte bofetada.

TERRORES INFANTILESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora