XVI.

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«Los pasillos están desérticos, esta vez no se escuchaba nada de nada; ni algo romperse o caerse, ni música ni sollozos.

Ese día fue la primera vez que me dio tanto miedo algo, pero algo me decía que estaba cerca.

Cada vez se olía más fuerte ese perfume de las cartas, y de la nada, empezó a escucharse algo parecido a un violonchelo.

Seguí caminando, miraba por todas las habitaciones, incluso descubriendo algún que otro pasillo que no conocía.

Joder, que grande es este lugar»

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