Entré al casino e hice una mueca, esta noche comenzaba mi turno en aquel bar. Observé a Crystal, que se encontraba a unos cuantos pasos de donde yo estaba, parecía nerviosa. Tuvo suerte que nos dieran el mismo turno del casino, al menos no lidiaría sola con un montón de borrachos extasiados por haber ganado apuestas o con la ira por haberlas perdido.
Empecé a ordenar las botellas. Crystal estaba acomodando los vasos y servilletas. Ordené mis sector por tipo y calidad, así Crystal no le daría a un cliente exigente un whisky barato.
—Desde aquí —señalé a Crystal—, hasta acá, son los licores caros y de excelente calidad. —Luego apunté a otro lado—. Los de ese lado son los económicos.
Ella me guiñó un ojo.
—Gracias, Rose. —Sonrió ampliamente.
Admiré las botellas ordenadas y me sentí mejor. Ojalá que los otros bar-tender que tuvieran turno en el casino no las desorganizaran, aunque eso sería estar soñando. Cada quien acomoda su área de trabajo según sus preferencias.
—De nada, Crys. —Me encogí de hombros, quitándole importancia.
—Rosalie, quería preguntarte algo. —Me miró con timidez y vergüenza tiñendo sus mejillas.
Enarqué una ceja.
—Pregunta. —Rodé los ojos, esperando que preguntará algo privado.
—¿Por qué trabajas de bar-tender? —cuestionó mientras se mordía el labio.
—Por las propinas y el horario, me facilita la vida al tener los días libres para hacer diligencias. —Me negué a contarle que era actriz, al menos por ahora.
Crystal me iba a hablar cuando se acercaron un grupo de mujeres, eran ruidosas y ya estaban algo achispadas.
—Chica —me llamó una rubia del grupo.
Me acerqué con una sonrisa en mi rostro.
—Buenas noches ¿En qué puedo ayudarles? —les pregunté amablemente.
—Linda, queremos una ronda de tequila, para mí y mis amigas. —Señaló las otras cuatro mujeres que reían y bromeaban de forma estruendosa.
Me di cuenta que todas tenían vestidos transparentes y bikinis debajo de ellos, a pesar del horario nocturno.
Agarré una botella de tequila y comencé a servirles. Coloqué las bebidas frente a ellas, todas se apresuraron por alcanzar la suya.
—Por Elizabeth —gritó una chica de cabello corto rubio, señalando a una pelirroja— ¡Fondo blanco!
Empezaron a corear "Fondo blanco". Hice una seña a Crystal para que siguiera atendiendo a esas mujeres, las cuales me estaban comenzando a dar dolor de cabeza con sus ruidosas risas y cantos chillones. Me dirigí al otro lado de la barra, lo más lejos posible de ellas.
Allí estaba sentado un hombre muy guapo, me sonrió con sensualidad cuando me vio. Se pasó una mano por su cabello rubio, despeinándolo. Noté que ya se había acabado su trago.
—¿Desea otro?
—Sí —aceptó—. Estoy tomando un whisky en las rocas.
Tomé el vaso y le coloqué tres cubos de hielo, para luego servir el whisky y moverlo un poco. Le di la bebida y me dirigió un guiño. Noté en su cuello colgado un cristo de plata, me dio curiosidad. Seguro era una persona muy religiosa, a pesar de encontrarse en el bar del casino.
—Rosalie Wells, lindo nombre —comentó el hombre viendo la chapa que colgaba en mi pecho—. Soy Stephen Thompson.
—Gracias, guapo —le devolví el guiño.
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La fragilidad del oleaje
Mistero / ThrillerLos caminos de Douglas, Walden y Rosalie se cruzan por casualidad cuando un violento crimen rompe con el pacifico equilibro del Blue Star, un crucero de diez días cuya trayectoria se ve interrumpida antes de llegar a destino. Tres personas son ases...