Capítulo 8

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—Tenemos que arreglar el botón de esta cámara.— Se escuchó la voz de la mujer mientras sostenía el aparato en la mano.

Enfocando la cámara en el suelo y andando a través del pasillo, la mujer no paraba de murmurar y de pensar en la forma de arreglar aquel botón roto, sabiendo que por culpa de este estaba grabando en ese momento un vídeo innecesario y sin sentido.

—¿Dónde se habrá metido este hombre?— Acabó preguntando en voz alta.

Al parecer estaba buscando a Gakuhou por toda la casa con la intención de pedirle ayuda con la cámara, pero él había desaparecido por completo.

Suspirando con pesadez, la mujer empezó a subir las escaleras para llegar al segundo piso y seguir buscando a su marido, que seguía sin aparecer. Durante todo ese tiempo, la cámara grabó el suelo, tanto de las escaleras como del pasillo, parte de los pies de ella y algún que otro juguete de Gakushuu que había sido olvidado por cualquier sitio de la casa.

Durante un par de segundos, se escuchó como la mujer resoplaba y parecía murmurar más maldiciones. Estaba empezando a enfadarse y parecía que iba a hacerlo por completo, hasta que de repente se escuchó un sonido algo conocido tanto en el vídeo como cerca del lugar donde ella se encontraba.

La infantil e inconfundible risa de Gakushuu.

—¿Eh?

La mujer se confundió un poco ante ese sonido, sobresaltándose por un momento, quedándose en su sitio y afinando mas el oído para escuchar de dónde provenía. Después de que el niño hubiera estado allí durante once meses, a punto de cumplir el año, en aquella casa parecía que se había adoptado la ley natural de "Si quieres encontrar a Gakuhou busca a Gakushuu y viceversa." Ya que donde estaba el padre, estaba el hijo. Era como una ley de vida a la que a todos les pareció normal. A ella le fastidió un poco en su momento, hasta que comprendió que era mejor que Gakushuu pasara más tiempo con su padre estando feliz, pesado y cargante, que con ella estando triste, pesado y cargante. Adoraba a su bebé, aunque fuera un torbellino hiperactivo rechoncho y con mofletes parecidos a los de un hamster.

Volvió a escucharse otra risa, esta vez más fuerte, haciendo que ella enderezara la cámara y se girara para enfocar una puerta que estaba a pocos metros de ella. La risa del bebé se escuchaba tras esta, insistente y alegre, haciendo que suspirara un poco enternecida.

Sin dudarlo mucho, se encaminó hacia la puerta con decisión, puso la mano en el pomo y sin ni siquiera molestarse en llamar, abrió la puerta y entró a esa habitación como si nada.

La luz de la habitación de Gakushuu cegó la lente de la cámara por un momento, haciendo que la imagen quedara en blanco por unos segundos.

Cuando esta volvió a enfocar, la forma en la que ella se quedó callada y completamente quieta pareció pasar desapercibida ante las risas de Gakushuu y lo que estaba pasando en esa habitación.

Porque con sus manitas aferradas con fuerza a las de su padre, Gakushuu estaba riéndose, completamente de pie e ignorando el hecho de que le temblaban las piernas mientras intentaba mantener el equilibro. Equilibrio que aunque fuera poco, su padre le ayudaba a conservar, pues él estaba sentado en el suelo, inclinado hacia delante y observando a su hijo con una sonrisa orgullosa en la cara.

—Lo sabía.— Declaró la mujer con convicción.

Ni el padre ni el hijo se habían dado cuenta de cuándo había entrado, al parecer estaban demasiado metidos en su pequeño, adorable y fraternal mundo lleno de amor, peluches y pañales. Pero cuando habló no tardaron en girar la cabeza con sorpresa y mirarla.

—¡Mamá!— Exclamó Gakushuu con alegría y tambaleándose un poco hacia delante.

El niño parecía mirarle con unos ojos que parecían decir "Mírame, estoy de pie. Soy genial, envídiame y arrodillate a mis pies." Para él no parecía contar el hecho de que necesitaba aferrarse a su padre para eso y de que ni siquiera así se podía mantener bien en pie. Pero un avance era un avance.

Por otra parte, Gakuhou borró de inmediato esa expresión confiada, orgullosa y tierna que había mostrado con el niño momentos antes, para luego mirarla a ella con algo de seriedad e indiferencia.

—Te lo puedo explicar.— Declaró confiado.

No era un secreto para nadie (ni siquiera para las vecinas chismosas del barrio) que ella seguía enfadada por el hecho de que Gakuhou hubiera enseñado al niño a gatear sin contar con ella, y que encima, cuando él aprendió a decir "Mamá", el padre se empeñó tanto en enseñarle otras palabras que ahora "Gakuhou", "Papá" o "Peluche" era lo que más se escuchaba por allí.

Y ahora para colmo, cuando se daba la vuelta un momento, ya le estaba enseñando a andar.

—Adelante.— Dijo ella con tono receloso.— Inténtalo.

Algo le dijo que Gakuhou no esperaba esa respuesta por su parte, por que se quedó unos segundos en silencio y reflexionando una respuesta válida que no tuviera que costarle otra bronca y otra cena romántica con la que compensarla, pero a este paso ya no sabía ni qué decir y su expresión seria lo confirmaba.

—No tengo todo el tiempo del mundo ¿Sabes?— Volvió a decir la mujer presionando a su marido.

Él abrió la boca para luego volverla a cerrar, intuyendo que la respuesta que pensaba darle no le iba a hacer mucha gracia. Así que acabó diciendo lo que pensaba realmente.

—En algún momento tendría que aprender a andar.

Lo dijo con tanta simpleza e indiferencia que la mujer no pudo evitar cabrearse un poco más.

—¿Ya está? ¿Esa es tu excusa?

—No es una excusa, es la realidad. Soy profesor ¿Qué mejor alumno para mí que mi propio hijo?

—Es un asco de excusa.

—Te digo que es la realidad. Además, mira que feliz está.

Ambos interrumpieron durante un momento esa conversación para mirar con atención a Gakushuu, que aún aferrado a las manos de su padre e ignorando lo que hablaban, había bajado la cabeza y se estaba balanceando hacia delante y hacia atrás, mirando sus pies apoyados en el suelo con fascinación y una sonrisita inocente en su cara.

—Gakuhou.—Acabó diciendo la mujer con seriedad.

—¿Qué?

—Me alegro de que nuestro hijo esté feliz y de pie, pero para compensarme esto vas a tener que llevarme a un restaurante más caro.

—Me lo imaginaba.

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