3. Elección

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—Buenas tardes, Sonia —saludé al entrar a la oficina, me contestó el saludo y luego se levantó e ingresó al despacho tras de mí.

—Te preparé el chocolate caliente como te gusta —dijo de forma maternal. Yo me senté en mi lugar y una vez allí ella colocó la taza en mi mano. Me apeteciera o no lo tomaría, era la bebida más deliciosa y uno de los pocos buenos recuerdos que tenía de mi infancia.

—Gracias, Mamama —sonreí, una vez dentro del despacho podía llamarla de la forma cariñosa en que lo hacía en la intimidad, Sonia era lo más parecido a una madre para mí.

—Mariano, tengo las cinco carpetas para elegir al próximo asistente.

—¿De verdad debo elegir uno nuevo? Me va tan bien con Víctor, es de los pocos de los que no tengo ninguna queja, es respetuoso, aplicado y se lleva muy bien con los alumnos, lo respetan lo suficiente.

—Sabes que no puedes quedarte con un asistente por dos periodos consecutivos. —Me lo recordó. Y yo lo sabía, los alumnos tomaban ese puesto porque les importaba el peso que les daba a sus currículos el haber trabajado conmigo, pero ellos debían estudiar y el puesto de asistente les llevaba demasiado tiempo. Durante un semestre se les otorgaba ciertos permisos, pero yo no podía tomar a un mismo asistente por dos periodos, era la regla. Además mientras trabajaban para mí no podían tomar mis clases, así que debían dejar de hacerlo para poder continuar con las materias que yo dictaba, si es que alguna estaba en su malla curricular. Y yo dictaba muchas materias, la universidad y la docencia eran toda mi vida, literalmente.

—Bien. ¿Y quiénes son los osados alumnos que se han atrevido a dar semejante paso y además han sido elegidos por ti? —Sonia era la persona que más me conocía en el mundo entero, estaba completamente capacitada para decidir incluso por sí sola quien sería el indicado. Pero ella no quería dejarme fuera de la elección, decía que no era justo. Entonces hacía la preselección, descartaba a la mayoría y me elegía los cinco que consideraba más aptos. Aun así, después de escuchar las historias y trabajos de todos y luego de que Sonia me dijera sus opiniones, casi siempre terminaba eligiendo al que ella decidía. Fueron solo dos veces las que le contradije, y debo admitir que en las dos me equivoqué, el tiempo me enseñó que su elección hubiera sido la adecuada.

Con los ojos del alma ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora