Aquella mañana salimos de paseo por la nieve, luego de una noche tormentosa había más nieve que de costumbre por todo el sitio. Al principio solo caminamos, pero luego se me antojó jugar como los niños que estaban por allí, un poco de guerra de nieve. Por supuesto Mariano se negó, alegando que no podía verme, entonces le propuse que jugáramos hablando, de esa forma él podría seguir el sonido de mi voz e intentar acertarme. No quiso, le dije que era un cobarde —bromeando por supuesto—, y entonces se terminó por animar. Al final del juego —y como era de suponer con la mala puntería que poseo—, él había acertado más veces mi cuerpo que yo el suyo.
Aun riendo extasiados por aquel juego tan divertido, visualicé que las máquinas empezaban a funcionar y el teleférico ya estaba habilitado. Corrimos hacia allí de la mano, pues esa era la forma en que lo guiaba y de paso me deleitaba con su tacto, subimos sin esperar mucho y bajamos hasta el centro de la montaña —donde estaba la estación a la cual habíamos llegado en un principio—, en ese trayecto sí pude apreciar las vistas y le fui relatando a Mariano con lujo de detalles lo que iba observando, él parecía disfrutarlo.
Al llegar nos compramos un recuerdo del sitio en una tienda, bueno, en realidad él me compró un oso polar de peluche que tenía un logo del lugar y yo le regalé una gorra con la misma insignia. Él no quiso que yo gastara pero yo quería que darle algo que le recordara aquel magnífico fin de semana que vivimos juntos.
Tomamos el autobús amarillo que nos dejó en la estación de buses y desde allí en vez de caminar preferimos ir en taxi, ya que Mariano me acompañaría a la posada y desde allí iría al convento para prepararse para su fiesta.
Ya en el taxi me senté de lado para observarlo, me gustaba hacerlo y quería guardar en mi memoria cada detalle de su rostro, de sus facciones, de su sonrisa y de su cabello alborotado por el viento.
—De nuevo me estás observando fijo —dijo sin girarse y con una media sonrisa.
—Me encanta hacerlo. ¿Alguna vez te han dicho lo hermoso que eres? —Estalló en una carcajada que hizo vibrar mi alma. Ser capaz de hacerlo ver tan distendido y alegre me hacía la mujer más feliz del mundo.
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Con los ojos del alma ©
RomanceOBRA N°3 DE LA SERIE "AMOR EN UN MUNDO INCLUSIVO" ESTA OBRA SERÁ PUBLICADA POR NOVA CASA EDITORIAL Ámbar perseguía la libertad, aquella era la palabra que marcaba su camino, su destino. Volaba de un lado al otro, en búsqueda del lugar donde por fi...