Salí de allí corriendo, conmocionada echa un volcán en erupción. Todas aquellas emociones mezcladas, —la rabia y la ira contra esos ineptos—, sumado al aroma y el calor de la piel de Mariano tan cerca de mí; se arremolinaban en mi interior sin tregua. No lo soportaba más, las lágrimas se atoraban en mi garganta formando un nudo tan enorme que creía que si no las dejaba salir me matarían por asfixia.
Quería abrazarlo allí mismo, quería asegurarme de que no hubiera escuchado la sarta de idioteces que dijeron esos dos estúpidos. No quería que nadie lo lastimara, que nadie lo discriminara, que nadie lo hiciera sentir mal y fue entonces que caí en la cuenta de que había sido yo misma quien había hecho eso. Había sido yo quien le había generado todo aquel dolor que intentaba impedir que los demás le hicieran. Nadie puede dañarte sino aquellos a quienes les permites hacerlo. Y él al dejarme entrar en su mundo, al darme tanta confianza, me dio el poder de dañarlo y yo no medí las consecuencias.
Mis rodillas se aflojaron y caí al piso llorando. Ya había salido del campus y no sabía dónde me encontraba. Dejé que las lágrimas salieran, que se desbordaran. Una mano se posó en mi hombro y sentí su respiración agitada.
—No te pongas así, Ámbar... no tiene sentido. No sé si estás así por lo que dijeron esos idiotas o por haberlo visto. —Roberto se arrodilló a mi lado, estábamos en una plaza cercana a la universidad.
—Estoy así porque ya no soporto nada de esto, Rob. Voy a irme cuanto antes... No creo que pueda terminar el semestre.
—Eres todo menos cobarde, Ámbar... No huyas, no otra vez —rogó Roberto.
—No puedo... esto me está dañando... Nunca me había enamorado antes, no sabía que podía doler así. ¿Por qué a la gente le gusta enamorarse si el amor duele tanto? —sollocé, ya no podía seguir, sentía que el mundo se derrumbaba encima de mí.
—Nada es eterno, Ámbar. Esto también pasará, el dolor menguará y todo se solucionará —respondió con cariño.
Roberto me levantó de allí y me llevó a casa abrazándome. No sé qué hubiera hecho sin él en esos días. Me cuidó de nuevo, me ayudó a estudiar a sabiendas que si no me obligaba no lo haría. Di los exámenes y no sé como pero logré alcanzar el final del semestre. La libertad me llamaba de nuevo, buscaría un nuevo espacio y una nueva vida, lejos del dolor que me provocaba todo esto.
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Con los ojos del alma ©
RomanceOBRA N°3 DE LA SERIE "AMOR EN UN MUNDO INCLUSIVO" ESTA OBRA SERÁ PUBLICADA POR NOVA CASA EDITORIAL Ámbar perseguía la libertad, aquella era la palabra que marcaba su camino, su destino. Volaba de un lado al otro, en búsqueda del lugar donde por fi...