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Susan se acomodó la flor que se le había caído mientras llegaban al local, echándose el pelo un poco para atrás y cogiendo un mechón de pelo con la traba antes de engancharla con la flor.

Miró a Wen, que se miraba en el espejo, con la flor en el mismo lugar en donde la había puesto antes de salir de su casa, cuando ella se había quejado porque había roto el bonito ramo que le había llevado. Sabía que su amiga había estado bromeando cuando se las pidió, pero en el lento camino a su bonita casa había encontrado a un chico vendiéndolas, y se había reído tanto en medio de la calle que al final le había comprado un ramito, sólo para que no pensara que él había provocado su risa.

Su amiga las había agradecido, pero luego se había sentado sobre ellas (sin querer, por supuesto) y había partido el capullo de dos flores, así que simplemente las usaron de adorno.

Miró a su alrededor y sonrió. Bien, al menos los baños del local estaban limpios. Eso podía ser una buena señal. A menos que estuvieran limpios porque nadie lo pisaba y no les hacía falta limpiarlo... en cuyo caso, mejor que mejor. Nadie las vería y podía hacer lo que quisiera.

-¿Estás segura de que debíamos venir aquí, Wen?

Su amiga la miró con los ojos entrecerrados, apoyó una mano en el lavabo y con la otra le hizo un gesto amenazador.

-Sí. Es el mejor sitio para lo que vamos a hacer.

Arrugó la nariz. No le sonaba bien.

-¿Y qué se supone que es lo que vamos a hacer?

-Tomar algunas copas- contestó ella, despacio, haciendo una pausa para extenderse un poco el color de sus labios -... Y encontrar un chico para que te de un orgasmo.

Se quedó sin habla. Intentó abrir la boca para decirle algo pero tardó demasiado, y su amiga ya lo había tomado como una invitación. Salió del baño cerrando la puerta a su espalda, dejándola con la boca abierta y su lógico discurso sobre por qué aquello no era una buena idea que de pronto quería salir... ¡Ahora!

Agarró el pomo de la puerta con fuerza y la abrió, saliendo apresuradamente porque su amiga era rápida planeando, y le daba miedo lo que le depararía esa noche.

Si al menos ella fuera tan buena como rápida.


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Johan se lo estaba pasando de miedo esa tarde. De verdad lo hacía. Sus hermanos hablaban y hablaban entre ellos, teniendo conversaciones más interesantes que en toda su vida... así que él tenía mucho tiempo para observar.

Y una vez había empezado, nada podía pararle... De observar, pervertidos.

El local no estaba abarrotado, pero sí estaba lo suficientemente lleno como para que él pudiera ver sus movimientos, sin tener que ser advertido por cualquiera de ellas. Él no se movía de su asiento, bebía lentamente su cerveza. Sólo sus ojos danzaban más lejos de los taburetes en los que ellos se habían sentado.

Si sus hermanos se cuestionaron por qué había elegido esa mesa, no se lo habían transmitido. Y él lo había agradecido. No sabría cómo decirles que su asiento era el único lo suficiente a la sombra para pasar desapercibido sin parecer que se escondía, y el único que incluía el beneficio de la vista de casi todo el local.

-Así que bueno, conseguí cerrar el trato - Escuchó vagamento a su hermano Ryan hablando-, y ahora queremos trabajar con esa compañía que te comenté...

Pero, ¿qué?   [EN VISTAS DE FUTURO] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora