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Johan no estaba seguro de por qué Alan le había llamado a él en lugar de a Max para que le recogiera en el sitio que había estado inspeccionando en el tiempo que no estaba con la compañía, tampoco había preguntado. Llevaba una mañana poco apretada y en sus momentos libres (y debía confesar que a veces en medio de sus ocupaciones) se había encontrado distraído, pensando en la pelirroja con la que había pasado la noche. Con la que había dormido.

Había dormido al lado de sus parejas anteriores, por supuesto. ¿Por qué le parecía tan diferente a la noche con esa pelirroja? Pensaba en cómo ella se había mantenido bajo su agarre toda la noche, cómo se veía cuando amaneció, juguetona, contra su cuerpo... Y Alan le había llamado.

No sólo había conseguido que se esfumaran rápidamente las ideas sobre lo que podría hacerle la próxima vez que la viera, sino las ganas de permanecer encerrado en su despacho. No había dado dos pensamientos antes de aceptar cuando su hermano le había pedido que pasara a recogerle. Se había entretenido un rato, porque su hermano parecía apurado para que llegara pronto y supuso que estaba planeando algo que no podría realizarse si él se demoraba. Conocía muy bien a su hermano.

Dando vueltas en el coche se encontró imaginando nuevamente a aquella chica que le estaba robando muchos pensamientos, y de repente había alargado el camino pasando por delante del restaurante donde vio su pelo, su espalda y escuchó sus frustraciones por primera vez. Donde había decidido que debía conseguir a esa chica, llevarla hasta donde ella tanto anhelaba ir.

Y la vio, bajando del coche con dos chicas más. Sabía que era ella aunque su ropa, para nada tan atrevida como la que llevaba el fin de semana, le descolocara. Miró el reloj según vio su pelo balanceándose hasta la entrada del Hert. Ella parecía animada con sus amigas; y de repente se la imaginó esa mañana, decidiendo que no valía la pena ir a su sitio de trabajo para ser despedida cuando haía hablado con alguna de esas chicas. Mejor salir a ahogar la penas. Un comportamiento muy infantil no enfrentarse a los problemas.

Encajaría bastante con alguno de los rasgos de la personalidad que había vislumbrado en ella. No le sorprendía, pero tenía que admitir que sí le decepcionaba.

Dio la vuelta alrededor de la manzana, sin pensar mucho en lo que estaba haciendo, para poder aparcar cerca de donde las chicas habían estacionado su vehículo bajo el letrero con el nombre del restaurante. Cogió su teléfono de la guantera, donde lo había guardado una vez se había subido al coche, y buscó el número que el camarero cotilla le había proporcionado.

Tardó en contestarle y él, en medio de algún tipo de extraña desesperación, tuvo que bajarse del coche, el teléfono pegado a la oreja.

-Susan-. Le dijo en cuanto escuchó el teléfono siendo descolgado. Caminó alrededor de su coche con lentitud. Necesitaba moverse-. ¿Finalmente te han despedido?

Esperaba que fuera así. Porque esa sería una buena excusa para no estar en su trabajo.

-Aún no.

Así que ella había decidido posponer lo inevitable. Gruñó sin darse cuenta, contrariado.

-Sal del restaurante, Susan.

Ella pareció dudar, pero escuchó movimiento así que supuso que le estaría haciendo caso.

-¿Quién es? -Escuchó a una voz femenina, que no reconoció, preguntar.

-Seguramente es el chico que la besó el sábado-. Bromeó otra voz femenina, que identificó como la morena de ojos rasgados que había acompañado a Susan el sábado. Wen. Así había dicho Max haber oído que se llamaba-. Pero, ¿qué? -La voz de la chica parecía sorprendida-. ¿Es él?

Pero, ¿qué?   [EN VISTAS DE FUTURO] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora