II

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El silencio reinaba en la oscuridad de la habitación de Guren. Por suerte el pelinegro tenía una cama suficientemente grande como para compartirla. Realmente no le molestaba dormir junto a Shinya, lo habían hecho desde que eran niños y usualmente lanzaba a Shinya hacia el suelo en algún punto de la noche.

Eran las 5:20 cuando el rubio por fin pudo caer dormido, pero Guren no fue capaz de cerrar los ojos a pesar de que había estado ansiando hacerlo desde que leyó el primer mensaje de su amigo. Sabía que en realidad prefería que fuera así, prefería perder el sueño una noche en lugar de añadir una más a las noches de insomnio de Shinya.

El reloj marcó las 5:57 y Shinya abrió los ojos abruptamente, su frente perlada de sudor frío y su respiración ligeramente agitada. Guren, que había estado observándolo desde el otro extremo de la cama, se sobresaltó.

Una sonrisa asomó en los labios del rubio y soltó una risa ligera.

-¿Qué tan malo fue? -preguntó el pelinegro. Usualmente hacía esa pregunta, porque sabía que era la única manera de que Shinya dejara de lado aquella sonrisa tan estúpida en su rostro que intentaba engañarlo como un "no fue nada".

-No lo sé -su voz apenas era un susurro, como Guren había previsto, la sonrisa en el rostro del rubio desapareció.

-Del uno al diez -insistió Guren.

-¿Diez es muy malo? -preguntó Shinya, elevando la vista, como pensativo.

-Y uno es casi nada -completó Guren. Ambos asintieron.

-Ocho.

-¿Ocho? ¿Hace cuanto no duermes bien? -preguntó suspirando.

-Desde el sábado, cuando recogí a Mika -respondió Shinya.

-¡Eso fue hace dos semanas, Shinya!

-No, son doce días -corrigió el otro con una sonrisa-. Estoy bien.

-¿Cuánto has dormido en estas dos semanas?

-Doce días -le recordó el rubio-. He dormido casi 16 horas, han sido buenos días, pero hoy...

-¿Pasó algo hoy?

-Déjame terminar, Guren -rió Shinya, envolviéndose completamente con las sábanas, solo sus ojos estaban descubiertos, para poder observar a su amigo. Guren se quedó callado.

-¡Habla!

-Solo tuve una pesadilla -un suspiro acompañó sus palabras-. Esa que tengo cada medio siglo.

-¿Un recuerdo? -inquirió el pelinegro. Su mejor amigo se encogió de hombros, acto que era apenas notorio con su cuerpo envuelto en sabanas.

-No podría decirlo, mi memoria está muy borrosa sobre eso... Ya no sé qué es real -Shinya se encogió de hombros una vez más y luego quitó las sábanas de la parte superior de su cuerpo, las dejó solamente cubriendo de su cintura hacia abajo.

-¿Quieres contarme?

-Tengo cinco años y mi casa está incendiándose -murmuró-. Sé que esa parte es real. Mi padre me saca de ahí, pero sé que eso es falso.

-¿Ves a tu madre? Dijiste que había algo que no sabías si era real o no... ¿Tiene que ver con ella?

-Esta vez no. ¿Sabes? quizá sea siete y no ocho -sonrió y suspiró-. Ah, es tu culpa que me equivoque con los números, por ser tan atento y amable conmigo cuando es así de temprano...

-Idiota -gruñó Guren-. Estarás bien. Intenta dormir más.

Shinya rió y luego se giró para quedar bocabajo, el pelinegro se quedó en silencio por un largo tiempo. El rubio estaba intentando dormir nuevamente, aunque sabía que difícilmente lograría cerrar los ojos por más de diez minutos.

Si aún no es muy tarde [GureShin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora