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Ahí va otra vez. Mi padre adoptivo gritándome por fumar en casa. ¿No va a aprender nunca que yo no lo voy a aprender nunca? Es un juego de palabras interminable.

-Basta, mocosa, basta de romper las reglas de mi casa.

Le rodé los ojos y fui a mi habitación a escuchar música. Pero tomó mi brazo fuertemente, me volteó y me pegó una cachetada. No dolió, pero me impactó. Por más peleas que tuviéramos, jamás, jamás me había levantado un sólo dedo.

-¡¿Quién te crees para hacer eso, idiota?!- dije empujándolo, y me empujó de nuevo, tirándome al piso-. Te voy a denunciar con la policía por violencia de género- le susurré, parándome.

Pero sólo rió.

-Si supieras los conflictos que evité con la policía... Ahora, sal de mi vista.

Mis ojos se llenaron de lágrimas y violentamente los limpié. No me iba a ver llorar.

-Te odio. Ojalá mueras pronto.

Me fui corriendo a mi habitación. Me había cansado vivir con este hombre a base de peleas e insultos (y ahora violencia). Tomé dos abrigos, un par de jeans, dos camisetas, una frazada, mi caja de cigarros y mis ahorros, y los metí en una mochila. Nunca me habían comprado celular u objetos preciados, así que ¿para qué molestarme?

No sabía a dónde ir. No tenía amigos para hospedarme en sus casas. No conocía a ninguna parte de mi familia, ni la verdadera ni la falsa. No tenía escuela a la cual ir porque ya había terminado. No tenía nada. Así que me fui para donde mi instinto me dirigió.

¡Me atrae un demente! • Tyler JosephDonde viven las historias. Descúbrelo ahora