Capítulo 20

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-¿QUÉ?

No lo podía creer.

-Escuchaste bien -el Español sonrió.

-Sí, escuché bien. Mi "QUÉ" va porque encuentro sumamente barsa de tu parte que me embolines la perdiz y que me pidas pololeo sin responder nada antes.

Para el Español fue como si le hubiera pegado una patada en todo lo que se llama bolas. Su cara se contorsionó y las flores y corazones que andaban flotando en el aire se cayeron al riachuelo y se las llevó el agua.

-Joder...

-Sí po, joder joder joder -respondí con choreza-. Muy linda la canción, lindo baile, lindo parque, lindo puente, lindos dientes que tienes, pero vinimos acá porque responderías mis preguntas.

-Entonces... ¿me estás diciendo que no?

-Ni que no ni que sí. Quiero que me expliques por qué me dejaste botá dos semanas y ahora apareces como si nada. O qué te creías, ¿Qué soy tan weona? A veces no más, pero no hoy. Como dijo Aragorn en El Retorno del Rey, "hoy no es el día", hoy no es el día en que seré weona y aguantaré como siempre aguanto weás. Hoy o respondes o tú y tu mijitorico cuerpo se van a la cresta.

Me dieron ganas de reírme con la cara de sorpresa que tenía el Español. No exagero si digo que su expresión era como si un asteroide hubiera impactado en su culo.

-Está bien Pepa, lanza las preguntas.

Suspiré y me relajé un poco. Había sido un momento tenso de choreza extrema y quizá me había ido al chancho, pero necesitaba demostrar que no me podía engatusar así como así. Tenía muchas dudas que merecían respuestas.

-Primero que todo, y es una duda que me ha azotado todo este tiempo. ¿Por qué, si tienes tanta plata, aceptaste ir a arreglarme los cables a mi piso por unos pocos euros?

-¿Qué te hace pensar que tengo pasta?

Bufé.

-Tu auto, tu ropa, tu forma de hablar...

-No fue por la pasta -respondió-. Quería verte. Y esperaba besarte. Pero no diste ninguna señal de que yo te interesara. Si recibí el dinero fue para que no te enrollaras antes de tiempo, para que lo vieras como un trabajo, simplemente.

Sus poderes españolísimos de joteo y babeo intenso eran sorprendentes. Si supiera que yo pensaba lo mismo que él cuando fue a arreglarme los cables, las cosas quizá hubiesen tomado otro rumbo.

Me costaba no sucumbir ante sus palabras.

-¿Y por qué me pasaste un fajo de billetes con yeso? Raro raro.

-Pues porque los moldes de la joyería son de yeso, Pepi. Había tocado yeso cuando metí el dinero en mi bolsa.

-¿No eres narco?

-Es como la tercera vez que te digo que no, coño. Me insultas.

Las parejas pasaban por detrás de nosotros y se me vino a la cabeza la frase cruza el amor por el puente, de una canción de Cerati. Me sentía mal conmigo misma por haber pensado todo ese tiempo que el Español era narco, o asesino, o gay. Me daba cosa seguir preguntándole, pero aún así seguí.

-¿Por qué te fuiste tan repentinamente? ¿Qué es lo que me quería decir la chabacana?

El Español reflexionó un rato antes de responder. Cuando lo hizo, habló muy lentamente, como si sopesara la posibilidad de cada palabra.

-No quería perderte otra vez. No sabía, además, qué coño quería decirte Javiera. Ella podía salir con cada cosa, que en ese mismo momento decidí que era hora de que regresara a chile. No era algo que pudiese aplazarse más.

Pepi la fea /TERMINADA/Donde viven las historias. Descúbrelo ahora