Capítulo 17

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No pensé que me iría tan rápido de aquel piso. Llevaba casi un año en él y le había agarrado cariño. Los muebles, que venían incluidos en el arriendo, ya los sentía como míos. Estaba acostumbrada a mi cama, mi sofá, mi balcón y mi comedor. Pero no, nada era de mi propiedad.

El Ibizo me ayudó a hacer las maletas, despegar los mapas que tenía en las paredes y empacar algunas cosas de casa que había ido comprando. Igual nos dio paja irnos ese día, así que después, cuando nos bajó toda la flojera, comimos algo y nos dormimos.

Al otro día desperté y lo primero que hice fue mirar el cel. No sé si les ha pasado, pero al ver que no había ni una llamada perdida, ni un mensaje, ni un whatsapp, me bajó toda la desilusión por la cara. ¿Qué chucha le pasaba al español que no daba señales de vida? ¿Y qué onda la chabacana que no había aparecido a hacer algún escándalo?

-¿Sabís qué? Yo creo que el Español se murió -le dije al Ibizo como talla, pero igual se me apretó el corazón de guarén porque en volá era cierto.

Estuve ene veces a punto de llamarlo pero igual tengo dignidá. Si el weón no me quería llamar, no iba a llamarlo yo. Ya hartas cosas a había pasado por él como pa más encima tener que darle señales de vida yo. Lo último que supo de mí es que tenía que ir al doc por los rasguños con ébola de la chabacana, pero ni pa saber de mi estado de salud me había llamado. Tampoco era una weá grave, pero puta, son cosas de mina po, y a las minas nos importa que se preocupen de nosotras (o eso creo, nunca he sido muy mina pa mis cosas).

Decidí ignorar mis pensamientos emo darks y mis teorías conspiratorias y empecé a bajar cajas con el Ibizo. Tampoco eran muchas cajas, pero pesaban ene y fue tremenda paja bajarlas todas. La señora dueña del depto llegó puntual a revisar si estaba todo en orden y, con mucha tristeza, le entregué las llaves. Me despedí de mi piso con una última mirada de lástima y me fui.

Abajo me esperaba el Ibizo con el Blondie y la Mexicana con el Vet en una camioneta. Estábamos todos relax porque el postgrado había finalizado y todos aprobamos y ahora éramos un 20% más choriflays que antes, así que estos weones estaban pensando en hacer otro carrete donde el Ibizo.

-Ay no weón, no quiero saber más de carretes ni de Zorrones ni de lanzas internacionales -dije en la camioneta, camino a la casa del Ibizo.

-Estás jodida, pues lo haremos igual -dijo el Blondie con su habitual voz de Jordi Castell y su buen humors.

Resulta que el Ibizo vive al norte de Madrid, en Tres Cantos, en unas casas medias pitucas. Yo no cachaba que su familia era coñolais y que su vieja tenía unos bares en Ibiza y con eso vivían la raja.

Cuando llegamos a la casa me sorprendí de lo hermosa que era. Tenía un jardín lleno de flores y era tan colorinche todo que me sentía como si estuviera en Alsacia. Caché altiro que el Blondie había metido mano.

-Ésta es tu habitación -me dijo el Ibizo cuando entramos. Era grande, espaciosa, bien iluminada. Me puse tan feliz que le di un tremendo abrazo de oso, pero lo solté al tiro, no quería que el Blondie me agarrara mala.

-Mañana mismo voy a la embajada a ver lo de mis papeles -le dije al Ibizo-. No te quiero molestar.

-¡No molestas! ¿Es muy necesario que vuelvas pronto? ¿Tienes algo que hacer en chile, aparte de ir a ver a los "Fans de Pepi"? -se cagó de la risa.

-Puta, sí. Mi gato. Lo veo por webcam todos los días pero lo extraño más que la mierda. Y extraño a mis amigos. Y las empanadas de pino.

-¿Empanadas de pino? ¿Te refieres al árbol? ¿Empanadas de árbol?

Me cagué de la risa y le expliqué qué chucha eran las empanadas de pino. De hecho, fui al mercado a comprar cosas para hacer empanadas de pino (insertar acá anécdota del taxista bizarro).

Pepi la fea /TERMINADA/Donde viven las historias. Descúbrelo ahora