Capítulo 5

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-Suspendidos, genial- me lancé en la cómoda cama.

-Y si no hubiese sido por Ben, hubiésemos sido expulsados- recriminó Dexter.

Hice un ademán con la mano restándole importancia.

-Voy a morir de aburrimiento esta semana.- me levanté.

-No vas a cambiar nunca- rió el pelinegro.

-Jamás- sonreí siguiendo el juego.

-Bien, fue un día largo, estoy cansado, estoy cubierto de pintura, estoy molesto, y quiero dormir. Así que hasta mañana.- emprendió su salida.

-¿Molesto? Fue tu idea la guerra de pintura- me queje siguiéndolo.

-Calla, eres un dolor de cabeza- río saliendo y cerrando la puerta.

-Tú dolor de cabeza- le grité divertida.

😶

Tardé alrededor de 2 horas en la ducha intentando sacar toda la pintura que llevaba encima.

Una vez en pijama me recosté esperando que Morfeo me noqueara.

Cosa que no sucedió.

Decidí vestirme y buscar algo que hacer, me giré hacia el reloj.

11:40 pm

Lo peor del asunto es que no había sonido alguno, estaba acostumbrada a las fiestas nocturnas de las musas, y todas esas canciones que me arrullaban, y justo ahora todo estaba en completo silencio, salí de mi habitación con el cuidado de que nadie me viera.

Emprendí un pequeño paseo improvisado con las partes que ya conocía de la escuela, quizá esto me sirva para reflexionar un poco.

Estos días han sido un caos total, uno muy divertido, me había sentido viva por primera vez, desde pequeña, cuando mi padre comenzaba a ayudarme con mi fuerza, todo fue fácil y sencillo, nunca había sentido lo que era un raspón en las rodillas, un golpe duro, o simplemente el llorar por algún chiste o broma, todo era perfecto, tan perfecto que aburría y nunca lo había notado.

Llegue a la cancha, a su alrededor había una pista para correr, comencé a trotar.

No puedo imaginarme de nuevo en el Olimpo, aunque extraño a mis padres tanto, y justo ahora, estando completamente sola, lo noto, no quiero hacerme ilusiones al creer que puedo llegar a ser una diosa, mi hilo puede romperse en cualquier instante, las Moiras pueden orquestar mi muerte en cualquier segundo, no le temo al reino del inframundo, le temo a su rey, y a lo que le pueda suceder a mi alma, no puedo arriesgar a mi padre a que pase por lo mismo de nuevo, si no sale, no me lo podría perdonar jamás, no puedo arrastrarlo con migo.

El cielo empezó a relampaguear.

No había notado que había empezado a llorar. ¿El motivo? Soy muy sentimental, es decir, me afecta demasiado el hecho de que mis padres no me aprecien tanto si termino siento una simple mortal, aunque mi madre así lo haya sido, siendo yo una mortal, no hay dios o semidiós que pueda abogar por mi, ni siquiera mis padres.

Mi abuelo, Zeus después de dejar que mi madre, Megara, se convirtiera en una especie de diosa, prohibió el que un mortal subiese al Olimpo de nuevo. Concluyendo. Si no hago un acto de valentía antes de envejecer y morir, no podré regresar.

No volveré a ver a mis padres. No volveré a ver a mis abuelos. Me quedaré sola... Un rayo atravesó el cielo.

-Estoy bien- susurré deteniéndome. -Gracias- murmuré al cielo, la nubes comenzaron a disiparse y una fresca brisa choco con mi cara.

Descendientes || La Hija de Hércules || Donde viven las historias. Descúbrelo ahora