Capítulo 2

1.1K 79 0
                                    

Mi hermana aprieta mi brazo y giro mi cabeza hacia ella, me señala la ventana del avión con una gran sonrisa, en algún momento del viaje debí de quedarme dormida sin darme cuenta ya que nos encontrábamos a punto de tocar tierra.

Quito los cascos de mis oídos después de apagar la música, a decir verdad no tenía ganas de bajar del avión y tenerme que enfrentar a una nueva vida en el que todo el mundo acabaría despreciándome tal y como hacían siempre, desee poder mimetizarme con el asiento y quedarme allí para siempre, de esa manera al menos no tendría que volver a tener que enfrentarme a la horrible vida real.

Pero para mi desgracia mi hermana saltó del asiento por lo que supuse que debíamos haber llegado a nuestro destino o a mi nuevo y renovado infierno personal.

Una vez salimos del avión un viento gélido choco contra mi cara, genial, además habíamos ido a vivir al polo norte. Cerré mas mi chaqueta tratando de evitar que aquel horrible frio se me colase en los huesos.

Empecé a caminar con mi familia hacia el taxi que nos llevaría a la casa que habían comprado mis padres. Durante todo el camino mi madre no dejo de repetir una y otra vez lo bonita que era la casa y lo bien decorada que le había quedado, yo deje de escucharla casi desde el principio de su larguísimo monologo, la verdad es que no me interesaba demasiado.

Después de un buen rato dentro del taxi, este para en frente de una casa bastante grande. Bajo del taxi bastante sorprendida, sinceramente no me esperaba una casa tan grande, a mi lado Miel empieza a gritar y a saltar por todas partes.

- ¿Te gusta la casa, cielo?-pregunta mi madre acercándose a mí, giro la cabeza hacia ella y le dedico una pequeña sonrisa, algo forzada, ya que no me encontraba con demasiadas ganas de sonreír en aquel momento, junto con un leve asentimiento y ella sonríe totalmente complacida. –Sabía que te gustaría y espera a ver tu habitación, te va a encantar.- y entonces vuelve a empezar a hablar sobre los diferentes muebles que tiene mi cuarto y lo mucho que le ha costado encontrar una decoración que pudiese llegar a gustarme. Mi madre era decoradora, por lo que todo lo que tuviese que ver con redecorar una casa era un placer para ella. Yo sin embargo había empezado a observar el bosque que se encontraba al lado izquierdo de la casa, creo que había encontrado un nuevo lugar al que poder ir a sufrir mis penas en silencio sin que nadie fuese a molestarme.


La mirada del loboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora