Capítulo 4

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Salimos de casa y Miel no dejaba de saltar a mi alrededor con una gran sonrisa en la cara, ¿acaso es que todo el mundo estaba feliz menos yo? Definitivamente algo no funcionaba del todo bien dentro de mi, quizás fuese incapaz de sentirme realmente feliz ¿es posible que alguien sea incapaz de ser feliz? Lo había intentado de muchas maneras, música, películas, libros... pero nada había funcionado, solo servían para calmar un poco el dolor de mi interior, al menos por un rato lo hacían mas soportable.

Me obligué a concentrarme en el camino por el cual se estaban dirigiendo mis pies, no quería perderme, había leído que la reserva no se encontraba demasiado lejos de nuestra casa e incluso alguien con el sentido de la orientación atrofiado, como yo, seria capaz de encontrarla.

Pasados unos minutos unas pequeñas casitas de madera aparecieron en mi campo de visión, vaya, aquello había sido mas fácil de lo que creía. Mi hermana tiro de mi brazo con impaciencia.

- ¡Mas rápido, mas rápido! –a veces me sorprendia toda la energía que tenia esta niña.

- Ya vamos Miel, tranquila, la playa no va a irse a ningún lado. –volvio a hacer pucheros cruzándose de brazo, oh no, ahí vamos otra vez.

- Leen, vamos... ¿Hacemos una carrera?- oh no, eso si que no, por ahí no pensaba pasar, por lo que negué con la cabeza logrando que mi hermana se enfurruñase y se cruzase de brazos, por un momento crei que acababa de rendirse. Pero un instante después, sus ojos brillaron y empezó a correr por el camino que llevaba a la playa.

- ¡Miel! ¡Miel! –empece a gritar tratando de llamarla, pero mi querida hermana ni siquiera se digno a darse la vuelta ni mucho menos a parar.

No pensaba dejar que Miel se alejase de mi vista, por lo que empece a correr detrás de ella sin dejar de gritar su nombre, esta niña acabaría matándome. Por suerte para mi la playa no se encontraba demasiado lejos y pude llegar poco después que ella, por lo que baje el ritmo hasta volver a caminar.

El mar se encontraba bastante revuelto y unas enormes olas rompían en la orilla, me quede maravillada, las poderosas olas siempre me habían parecido fascinantes, me encantaban, por que eran poderosas y libres, nadie podía pararlas. Sentia unas ganas terribles de fundirme con ellas, desaparecer para siempre, quizás aquello seria lo mejor para todos, definitivamente les ahorraría muchos problemas.

Estaba tan concentrada en mis oscuros pensamientos que apenas alcance a escuchar el grito aterrorizado de una niña pequeña, no una niña cualquiera, aquel grito era de mi hermana. Al instante algo en mi cabeza pareció encenderse y la busque con la mirada totalmente aterrorizada, aquello no era bueno. El aliento se atasco en mi garganta cuando vi donde se encontraba, se había acercado demasiado a la orilla y una de las olas mas grandes que había visto en mi vida se cernía sobre ella. Grite su nombre con todas mis fuerzas, grite que se apartase, que corriese lejos de allí a la vez que mis piernas se movían mas rápido que nunca hacia el lugar donde ella se encontraba, pero sabía perfectamente que no llegaría a tiempo.

No me había bastado con joder mi vida, ahora había tenido también que destrozar la de mi hermanita, y todo por mi culpa.


La mirada del loboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora