Tengo tendencia a escapar de las cosas que me duelen, o que me hacen sentir algo. Prefiero seguir siendo la roca que la vida me obligó a ser.
Me detiene cuando ya estoy en la acera y creía que me había salvado. Lo miro y siento como las lágrimas se agolpan en mis ojos. <No, Faith, no vayas a llorar> implora mi consciencia. Sus brazos me rodean y me pegan a el como imanes, mi cuerpo no tiene fuerzas para luchar contra lo que sucede y solo me dejo llevar. Susurra algún tipo de consuelo a mi oído y esto activa una alerta en mi cerebro. Lo estoy dejando entrar, y llevo meses intentando sacarlo. Como puedo, salgo de su agarre.
Sin mirar atrás, me alejo a pasos agigantados, siento como viene tras de mi y eso aumenta mi adrenalina. Quiero gritarle, echarle en cara todo lo que sufrí, quiero golpearlo y que entienda cuanto duele lo que hizo, pero sé que no debo hacerlo, sé que estoy en vía pública y que no puedo evidenciar mi desequilibrio mental frente a la ciudad.
A lo lejos veo la tienda de antigüedades y corro a ella como leona a su presa, entro y chequeo los pestillos de la puerta, encuentro una traba corrediza y la uso. Volteo y me encuentro con el rostro confundido de Peter y un hombre a su lado.
-Ella es Faith, tío –Dice divertido. ¿A este chico algo le cambia el humor? Mi mirada viaja al hombre a su lado, tiene el cuerpo de un ex jugador de rugby, entradas que denotan que prontamente se quedará calvo y una sonrisa mucho menos magnifica que la de su sobrino. Saludo con la mano, tímidamente.
-Lo siento por el espectáculo, es que alguien venía tras de mi y este lugar fue el primero que vi. –Afirmo poco convencida, probablemente mi subconsciente me trajo directamente hacia aquí. Peter está destinado a salvarme en situaciones extremas.
La cara de ambos pasa de diversión a preocupación, se abalanzan hacia mi y me atacan a preguntas como "¿Intentaron robarte?" "¿Te lastimaron?" "¿Llamaste a la policía?". Los calme contando solo lo necesario. Y sonrío, genuinamente, en menos de un minuto esta familia me ha hecho sentir más cómoda que la mía en toda mi vida.
Echo un vistazo a la puerta y, al no notar rastro siquiera de Ronald, me pregunto si debería irme o aprovechar la situación para averiguar mas del adonis de ojos cielo. Me decido por la segunda opción.
Miro al misterioso Peter y a su robusto tío, quien, tras una mirada de su sobrino decide regresar a lo que aparenta ser la bodega.
-¿Estabas ebrio tu también? –Fue la pregunta más inteligente que pude formular.
Sonríe viéndome. –No bebo, Faith. Soy deportista.
Suelto una carcajada, he oído esa misma frase mil veces, y ni una de esas veces ha sido cierta. Todos los adolescentes beben, y los que no, no rescatan muchachas beodas y las llevan a sus casas.
-De verdad no lo hago, si bebo, bajo mi rendimiento, y no quiero que eso pase.. –Muerde su labio, como tic nervioso, y es el primer signo de humanidad que muestra este espécimen perfecto. Entonces entiendo porque su físico tan atractivo, y en especial porque es tan alto. No soy petisa y sin embargo el logra hacerme sentir minúscula.
Luego de un par de minutos regreso a mi hogar, entro por la ventana de mi habitación para evitar toparme con mis progenitores. Me cuelo en mi pijama y luego en mi cama. Observo el cielo raso e invento escenarios y situaciones imposibles; como ser escritora de best sellers, vivir en Londres o simplemente tener una familia que me apoye.
Abro mis ojos y, al segundo, me arrepiento de haberlo hecho. Mi sueño, cualquiera fuere, es mucho mejor que los gritos de mi madre, claramente ebria, hacia alguien que no le contesta. Lo que me hace pensar que podría ser mi hermano. Mike vive en la capital desde que terminó el colegio y raramente se comunica con nosotros.
Cuando llama, solo es a mi, y es para contarme de sus problemas. La gente de las grandes ciudades parece tener anulada la parte del cerebro que contiene la empatía.
Cierro la puerta de mi habitación y enciendo el parlante Marshall que mi abuelo me obsequio para mi quinceavo cumpleaños, y no he dejado de amar desde entonces. Este aparato de 20x20 parece ser lo único que logra silenciar a mis ruidosos padres.
La paz es interrumpida por George abriendo mi puerta sin siquiera golpear, mirándome con claras intenciones de arrancarme mi cabeza. "¿Qué te dije de fumar? ¡Y para colmo bajo mi techo!" vocifera agitando en mi dirección la colilla de cigarro que olvidé recoger mientras le hacía primeros auxilios a mi mano. Lo miro impasible unos segundos y luego corro la mirada y la clavo en mis uñas, intentando demostrar cuan poco me conmueven sus palabras.
Unos minutos después abandona mi sector de la casa, sin cerrar la puerta. Resoplo y voy a hermetizar mi ambiente nuevamente, escucho como mi madre llora y el golpe seco de algo estrellándose contra el suelo me hiela la sangre. Asomo mi cabeza para entender qué sucede, mi madre esta arrodillada en el medio de la sala de estar, y su celular hecho trizas a pocos centímetros de ella; mi padre acaricia sus hombros con indiferencia, y me echa una mirada para que me aproxime. Lo hago y el rey de la insensibilidad dice "Tu abuelo falleció ayer durante la tarde".
Estoy sentada frente a mi pequeño Marshall, sosteniendo el tintero e intentando descifrar qué tipo de jugarreta me está planteando el destino. No puedo llorar, probablemente porque aun no entiendo lo que está pasando. Ayer mismo pensé en mi abuelo, y eso me llevó a encontrarme con el misterioso Peter.
Quizás ese fue mi abuelo intentando 'atar el único cabo suelto que le queda', como me dijo cuándo lo visitamos el verano pasado. Él estaba seguro de que yo existía por una gran razón, dicho en sus propias palabras. Y también me aseguro que algún día el mundo me sonreiría, y que solo era un cabo suelto por atar.El último ser que creía en mi acaba de abandonar el mundo material. Marco el número de Grace y le digo que no vayamos a clases mañana, que tengo planes mejores. No tardo mucho en convencerla de que Dean y ella vengan por mi en una hora. Meto la petaca medio vacía dentro de mi mochila, una chaqueta y dinero. Deslizo mis pies en mis preciadas zapatillas planas y salgo a esperar a mis amigos sentada en la acera.
Imagino a mi madre destrozada y a mi padre sopesando como aprovecharse económicamente de esta tragedia. Y justo cuando estaba por vomitar del desagrado, el Jeep de Dean se materializa ante mis ojos. Ocupo el asiento trasero y les propongo escaparnos a Barcelona, sabiendo que solo se reirían y rechazarían mi oferta. Acostumbro hacer ofertas como esa, pero nunca me toman enserio.
-¿Qué tonillo se te zafó ahora, emo? –Pregunta simpáticamente el novio de Grace.
-El mismo que de costumbre, judío –Respondo con ironía. Odio los rótulos y el lo sabe. Como si tu color de cabello, la religión que te imponen, o cuanta comida albergue tu cuerpo definiera que tipo de persona eres.
Dean conduce hasta la playa, mientras Grace notifica a nuestro círculo social que daremos una fiesta en la zona de fogatas en la costa. Ellos están llenos de amigos, y yo soy solo un ente en la mayoría de las reuniones. Me dedico a bailar y a beber hasta anular mis sentidos. No me gusta el mecanismo que tienen los adolescentes normales para entablar relaciones.
Grace me presentó a Lana una semana después de que intentara suicidarme, porque si dependiera solo de mí, no seríamos amigas. Aparentemente se conocieron esa misma noche en el hospital. Son como agua y aceite, en físico y personalidad. Grace es escuálida, con cabello rubio ceniza y blanca como la nieve, sus ojos parecen pelotas de pin-pon de color gris, y viste con un espantoso estilo Forever 21; mientras que Lana es de tez más oscura, tiene rizos mota que, si no peina con dedicación, forman un gigantesco afro, es más rellena que yo y siempre lleva conjuntos deportivos. Creo que ser tan distintas las hizo complementarse. Yo solo estoy ahí, porque alguien debe ser el bicho raro del grupo.
El sonido del agua me despierta, y no recuerdo cuando me quedé dormida. Me estiro y noto que mi cuello duele, el asiento trasero del Jeep no es un hotel cinco estrellas.
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faith.
Teen Fictionuna adolescente perturbada, acostumbrada a silenciar su mente con alcohol, cuyo futuro no veía la luz hasta que el destino lo pone en su camino.