Aveces creo que podría ponerme un puesto de vidente, me sorprendo con mi capacidad de leer a las personas. Eso solo se logra cuando aprendes a escuchar y observar, en vez de hablar.
Lo pesco observándome, y me roba una sonrisa, lo que me empalaga, y reemplazo mis comisuras por una mueca y un leve meneo de cabeza. El misterioso Peter se incomoda y me invita a pasar. Lo primero que diviso es una sala de estar exageradamente espaciosa, con pisos blancos y relucientes, un enorme y acolchonado sofá café, seguido por una alfombra afelpada. La madre de este tipo debe ser una mujer con mucha clase.
La casa se siente fría y vacía, asumo que no hay nadie mas que nosotros aquí, pero por las dudas paseo mi mirada por el lugar en lo que Peter me guía hasta su habitación. Está extremadamente ordenada y todo es ridículamente simétrico. Ahogo una carcajada al imaginarme al adonis de ojos cielo enloqueciendo pisando mi alcoba y sufriendo un ACV.
Mientras escaneaba la habitación encuentro mi mochila en la silla del escritorio.
-Gracias por.. bueno, lo que sea que hayas hecho por mi anoche –dije mientras tomaba a mi pequeña amiga de cuero a quien tan descaradamente abandone en el Mustang.
-No recuerdas nada, ¿verdad? –pregunta mientas se sienta a los pies de su perfectamente tendida cama de dos plazas. Me observaba curioso, y yo dirijo la vista a mis pies, negando.- No te perdiste de mucho.. –dice en tono dulce. ¿Está intentando hacerme sentir cómoda con respecto de mi alcoholismo?- Después de enemistarme con tu ex, solo te dormiste en el asiento trasero de mi coche, y al final de la noche tu amiga y su novio me dijeron que se harían cargo de ti.
-Me dejaron en otro asiento trasero. –reí un poco avergonzada por la naturalidad con la que se estaba tomando toda esta situación.- No fue de mis mejores noches, supongo.. –añado.
Despues de unos segundos de silencio, no incomodos, mas bien reflexivos, supuse que era momento de irme. Colgué las tiras de mi mochila en mis hombros y enfilé para la puerta.
-¿Qué haces? –el cuerpo del basquetbolista obsesionado con la simetría aparece rápidamente frente a mi. ¿Cómo hizo para desplazarse tan rápido?
-Pensé que debía irme –balbuceé con torpeza, y me dedique una golpiza mental por perder la habilidad del habla cuando esos oasis azules apuntan en mi dirección.
Sonrió de lado, me tomó por la muñeca izquierda haciendo erizar cada bello de mi cuerpo, y me arrastró gentilmente hasta su cama, en donde ambos tomamos asiento. Embobada, siguiendo sus movimientos cual robot. ¿Cómo se hace para que mi cerebro retome sus funciones cuando Peter y yo respiramos el mismo aire?
Se recostó mirando al techo y me invitó a hacer lo mismo. No dudé.
-¿Música? –susurró, y con esa simple pregunta iniciamos un debate sobre géneros, estilos, artistas y versiones.
Los minutos corrían mas lento de lo normal, y juraba que lo veía moverse en cámara lenta. Se notaba que la música lo apasionaba, porque sus labios se curvaban en pequeñas sonrisas cada que resitaba la letra de la canción que me estaba mostrando. Yo la conocía. Conocía todas las que estaba reproduciendo, pero nunca las había escuchado de la manera en que el lo hacía.
Tiene gustos muy comerciales, de esas canciones que suenan en cada ranking de cada puta estación de radio, pero aquí, junto a el, recostados en su cama perfectamente tendida, en su habitación perfectamente ordenada, y con las palabras deslizandose por sus perfectos labios, se sienten como si las oyera por primera vez.
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faith.
Teen Fictionuna adolescente perturbada, acostumbrada a silenciar su mente con alcohol, cuyo futuro no veía la luz hasta que el destino lo pone en su camino.