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-¿Tu y yo..? –Pregunto estúpidamente, poniendo en evidencia el charco de baba que dejo cuando el está frente a mi.

Peter ríe y niega.

-Tomaste demasiado, Faith –sonríe de lado y un escalofrío recorre mi cuerpo.

No logro distinguir si fue un comentario lastimoso, o un extraño intento de ser gracioso- esperame aquí.. -desaparece por el umbral de la puerta tras el mostrador y oigo un vago murmullo de lo que parece ser una conversación con su tío.

En la espera, me dedico a mirar a mi alrededor, y, sin darme cuenta, estoy parada frente a los tinteros. Hace solo unos días me encontraba aquí mismo, entusiasmada por haber encontrado algo que me identificaba con mi abuelo, el único hombre que tenia fe en mi. Mis ojos se cristalizan mientras deslizo la yema de mi dedo por una pluma. ¿Cómo algo tan suave puede lastimarme tanto?.

-Hey.. –una oleada de calor que recorre mi espalda al compás de la mano de Peter me saca del trance.- ¿vamos por tu mochila, cenicienta? –doy gracias a Dios al oir ese dejo bromista que le da a los apodos, por la sonrisa instantánea que me provoca.

Ruedo los ojos, golpeo su hombro y me dirijo a la salida. El tintineo de la campana amarrada a la puerta nos despide. No puedo entender como no enloquecen cada vez que alguien entra o sale, si yo fuera la dueña de este lugar, ella sería mi primer desempleada. Aunque, pensándolo bien, no creo que una tienda de antigüedades entre en ningún ranking de lugares transitados.
Dejo de lado la estúpida campana y reparo en el hecho de que no tengo la menor idea de adonde nos dirigimos.

-Peter.. ¿adónde se supone que me llevas? –Lo miro, llevaba las manos en sus bolsillos delanteros y la ligera brisa hacia bailar su cabello tan delicadamente que era hipnótico.

-Tranquila, vamos a mi casa.. esta cerca de aquí, y me pareció buena idea caminar, ¿prefieres ir en el Mustang? –Rasca su nuca y grito por dentro. Está tan nervioso como yo. Rechazo su oferta, un poco de aire puro nunca está de más.

Mientras la conversación fluía, jugueteaba con la caja de cigarros en el bolsillo de mi chaqueta y maldecía a toda corporación tabacalera por hacer a esos malditos portadores de cáncer tan jodidamente adictivos. No quería fumar frente a el.
Solo unas cuadras después, se detiene frente a una casa, exactamente igual a las de sus vecinos, solo agregándole un aro de basquetbol sobre la puerta del garaje. Sonrío, porque su casa es exactamente como me la esperaba.

faith. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora