Capítulo 8: golpes del destino

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Os dije, hace un tiempo, que conocí a un chico llamado Bryan. Este chico me lo presentó una amiga mía del instituto, curiosamente, una de las pocas que no me he tirado. Con "presentó" me refiero a que me dio su número para empezar a hablar. Resulta que el chaval en cuestión se las daba de poco menos que la reencarnación con pene de la misma Afrodita, diosa del amor y la sensualidad. Obviamente esto llamó mi atención, pues, como siempre, yo quería aprender el máximo número de cosas posibles y poner en práctica otras tantas que me inventaba.

Veréis, las cosas con Dylan en esa época no iban muy bien. Y con eso me refiero a que no iban en absoluto. Después de que Sarah me encontrara llorando en la escalera y le contase lo que me pasaba, bueno, digamos que hice prometer a la muchacha que no diría nada, cosa que no hizo. Se fue de la lengua con media clase. Y claro, puestos a elegir entre una chica que te quiere con locura y tu grupo de colegas los cuales apenas las soportan... Dylan escogió esto último. Con esto no quiero decir que dejásemos de quedar; simplemente, dejó de haber amor. Las cosas eran más sexuales que nada, pero ambos habíamos aceptado que no podía ser de otra forma.

La primera de las dos únicas veces que he quedado con Bryan, vino a buscarme al instituto en su coche. Ya llevábamos hablando un tiempo, y, el día de entrega de las notas, decidimos vernos. El camino a su casa fue entretenido, el sexo con él... ya no tanto. Para ser sincera, a mí en esa época nunca me habían dado besos mientras me follaban, y me resultaba sumamente extraño. Eso sumado a que era un poco torpe y que tampoco es que la tuviese muy grande...en fin, no todo iba a ser perfecto, ¿no?

El caso es, después de desilusionarme completamente con el chico, decidí seguir hablando con él. Veréis, después de tener sexo, mi afición favorita es enamorar hombres. No les prohíbo ver otras personas, y tampoco les doy esperanzas de verme. Simplemente me dedico a ser asombrosa, y caen a mis pies. Un par de semanas después de que quedásemos, me dijo una cosa que me intrigó mucho: que conocía una chica de su ciudad que era igual que yo, de hecho, se la había intentado tirar un par de días antes de quedar conmigo. Antes de que me lo preguntéis, sí, eso también me lo dijo él. Una maravilla de persona, os digo. Volviendo al asunto, el hecho de poder conocer a una persona con mi misma mentalidad de sexo libre y sin compromiso, y el hecho de que esa persona fuese mujer, eran dos casos que nunca antes se habían dado. Así que, amablemente, le ofrecí la posibilidad de darle mi número a la chica, para poder hablar.

Tres días después, me llegó un mensaje preguntándome si yo era Sasha. Al contestar que sí, una lluvia de emojis de corazoncillos y caritas sonrientes llenaron la pantalla. Yo me quedé extrañada, no es normal que alguien tenga esa reacción cuando descubren quién soy; además, era un número desconocido. Tras varios minutos de sorpresa (y varios mensajes de "me han hablado muy bien de ti" y "cuántas ganas de conocerte y hablar contigo") le pregunté que quién era. Me dijo que si de verdad no tenía su numero guardado, a lo que le respondí que no.

¿Adivináis quién era?

Diario de Sasha Snyder.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora