Capítulo 6: Malos hábitos y peores ideas

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Como ya he dicho, segundo fue un año muy divertido. Os contaré un pequeño secretito. Desde primero yo demostraba cierta... tendencia a causarme dolor a mí misma. Normalmente utilizaba objetos afilados para provocarme heridas de todo tipo, sobre todo en las muñecas, la ingle y los tobillos. En ese año descubrí algo que me cambió la vida completamente: el BDSM. Vosotros lo conoceréis debido al asombroso éxito de novelas como 50 sombras. Vale, pues ese sado no vale nada. El sado de verdad se basa en una relación de confianza total entre el amo y el sumiso, los cuales deben ser completa y absolutamente sinceros el uno con el otro para llevar a cabo una sesión como Dios manda. No puedes ocultarle a tu amo nada, puesto que puedes tener luego problemas, por ejemplo, con las agujas. Yo odio las agujas, lo paso muy mal para hacerme análisis, y uno de los Amos con los que he jugado quiso hacerme una sesión con agujas porque yo no le dije que tenía miedo de ella. Por eso, si empezáis a jugar con un amo o con una sumisa, abríos completamente, pues son personas que de verdad buscan vuestro placer (y el suyo propio, para qué negarlo).

El caso es que descubrí que me gustaba que me mordieran, me pegaran azotados con cinturones y me tiraran del pelo. Y, cómo no, a mi amiga también. Os adelanto que se llama como yo, si bien la llamamos Toby por una historia muy larga que concluye con la frase "un nombre de perra para una gata salvaje". Todo muy normal en mi círculo de amistades, como habréis podido comprobar. Bien, ella estaba saliendo con un chico, si bien tenían una relación abierta, y una tarde comentando lo mucho que me gustaría que alguien me pusiese en su regazo, me bajara las bragas y me azotase el culo hasta hacerme chorrear me propuso un trío con ese chaval. Acepté, como es obvio, por dos razones bastante prosaicas. Tres, de hecho. La primera es que en esa época me gustaba más el pescado que la carne, no sé si me entendéis. La segunda es porque el chico la tenía grande. MUY grande. Y la tercera era que llevaba casi un mes sin nada de sexo y estaba desesperada, porque quien os diga que masturbarse es lo mismo que follar, miente como un bellaco.

Acepté y decidimos que el día idóneo era el cumpleaños de Toby, porque como había una gran fiesta en su casa, todo el mundo estaría montando jaleo.

Hay una cosa que debo comentaros de mi grupo de amigos antes de seguir. Vais a hacerme la pregunta obvia y sí, me he acostado con la gran mayoría de mis amigos y amigas. Cuando no entiendes el sexo como algo bello y emotivo entre dos personas que se quieren, sino como un deporte de competición a ver quien consigue hacer que la otra persona llegue al orgasmo más veces, hay cosas que te da por experimentar, entre ellas tríos, orgías, experiencias homosexuales o el sado, como ya he dicho. Ante la pregunta obvia diré que sí, que he hecho esas cosas y muchas más. Y peores.

Volviendo al día del cumpleaños de Toby y después de comernos una pizza maravillosa, bañarnos en la piscina y fumarnos una cachimba que yo juraré toda mi vida que debía de llevar algo de droga, el chico de Toby me hizo un regalo precioso: un collar de sumisa de cuero negro, al que después le puse mi inicial. Me lo puso en el cuello y me hizo darme una vuelta con él puesto, para ver cómo me quedaba. Después de eso nos subimos a la habitación.

Recuerdo el día como si fuese ayer, aunque suene a cliché. Me puso de rodillas y me vendó los ojos para que no supiera que iba a pasar. Me hizo desnudarme y quedarme de pie, con las piernas abiertas. De pronto, noté que una lengua me chupaba los pechos a la vez que otra me lamía toda la entrepierna. Me pusieron de rodillas y me empujaron para que me quedara a cuatro patas, cuando me separaron las piernas y empezaron a follarme muy lentamente, primero con la lengua, luego con las manos. Cada uno me metía un dedo o dos, dentro, fuera, haciéndome temblar. Oía como se reían de lo nerviosa que estaba, y cuando Toby me dijo que me preparase, hasta tuve un poco de miedo. En la misma postura en la que estaba, me dejaron para coger algo, un vibrador. Toby se tumbó delante mía y me recogió el pelo para que fuese lamiéndole el coño mientras su chico se preparaba. Después, me dieron la vuelta, me tumbaron boca arriba, y Toby se sentó sobre mi cara para que siguiera comiéndoselo. Su chico empezó a follarme a un ritmo brutal, mientras nos arañaba los pechos a las dos. Yo ya estaba a punto de caramelo, podría haber seguido horas, pero por lo visto soy demasiado buena y Tobi se corrió, con su coñito rosa chorreando sobre mi boca abierta. Así que en venganza, cuando dejo de temblar del orgasmo, cogió el vibrador y me lo puso directamente sobre el clítoris. Dios mio, que maravillosa mezcla entre placer y dolor, mientras ella me besaba y yo me corría. Por lo visto tan bonita era la escena, o tan placenteras las contracciones de mi coño mientras estaba en medio del orgasmo, que el chico se corrió también.

He de decir que después de eso me gané unos azotados con la fusta por no haber dejado al Amo disfrutar de la escena, y como castigo me tuve que tocar delante de ellos hasta correrme otra vez, con el vibrador bien dentro. Como primera experiencia en el mundo del sado fue increíblemente suave, pero para mí, marcó un punto de inflexión.

Diario de Sasha Snyder.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora