Mi dulce niña

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El día amanenece nublado y gris. Es bastante triste y cae una fina llovizna. Al menos, hicimos unas pequeñas construcciones de madera y tela que nos protegen de la lluvia y la mayor parte del frío. No sé muy bien por qué pero este tipo de día me deprime. Solo tengo ganas de llorar. Como todos los días, decido dar un paseo por el bosque. No voy a cazar, solo a relajarme y a explorar la zona oeste del bosque. Cojo dos cuchillos por si algún animal me ataca y guardo un poco de comida y agua en la bolsa. Me despido de Rich y Valeria. Saben que necesito estar sola y les digo que volveré antes del anochecer. Cojo una chaqueta con capucha y me la coloco para evitar mojarme. Camino largo tiempo por el bosque. No sé cuanto, puede que una hora o tres. Llego a un pequeño claro y antes de darme cuenta, un perro está enseñándome los dientes. Saco mis cuchillos lentamente sin hacer movimientos bruscos. Levanto la cabeza mirando la casa y veo un movimiento en la ventana de arriba. ¡Maldita sea! Me han visto y no sé como librarme del dichoso perro. Los segundos se deslizan lentamente e intento buscar una rápida solución. En algún momento, se oye un agudo silbido y el perro deja de gruñir. Se levanta y se acerca corriendo hacia la casa. Estoy tan sorprendida que no me doy cuenta de que una mujer mayor se encuentra en la puerta de la casa. Cuando la miro, una imagen atraviesa mi mente. No puede ser, es imposible... Está muerta... La mujer es la viva imagen de mi madre. Pero es más mayor. Tiene los mismos ojos y su pelo, aunque es ya es en su mayoría gris, tiene algunos reflejos de su antiguo color. Cierro los ojos respirando entrecortadamente y los vuelvo a abrir. La imagen es la misma y esta vez, la mujer se encuentra más cerca. Se acerca lentamente mientras agarro con fuerza mis cuchillos e intento calmar mi respiración.
-¿Está bien jovencita?
-Sí, sí...usted...yo...no, no puede ser...
-¿Seguro que está bien?- me mira con diversión.
A pesar de que el sonido de su voz no es el mismo que el de mi madre, le resulta familiar. Demasiado diría yo.
-Es que...usted me resulta muy familiar. Se parece mucho a un familiar que perdí hace tiempo...
-Curiosamente jovencita, tú también me resultas familiar.
-Es usted tan parecida a mi madre...por un momento pensé que era ella pero murió hace diez años ante mis ojos...es imposible que viva.
La mujer se vuelve realmente pálida.
-¿De...de...que tribu eres?
Me sorprende que sepa que pertenezco a una tribu.
-Soy de la tribu de la pradera.
La mujer cierra los ojos como si la hubiese golpeado.
-Mi Roxana, mi dulce niña...
-¿Conoció a mi madre?-pregunto extrañada al oír su nombre.
-¿Tu madre?... espera...tú eres...Lexa, oh dios mío...pero tú... me dijeron que habías muerto el mismo día que tus padres. Si lo hubiese sabido habríamos ido a por ti. Te abandoné cuando más me necesitabas...Oh dios...
-¿Era usted amiga de mi madre?
-Oh mi niña, mi dulce dulce niña, era más que su amiga, era su madre.
-Entonces...tú eres...
-Tú abuela.
Mi corazón se para durante unos instantes y me quedo sin aire. Durante diez años de mi vida he estado solo en este mundo. Hoy he descubierto que aquel día no perdí todo lo que tenía, que aún queda gente que me quiere. Sin poder evitarlo, me lanzo a sus brazos y lloro. Dejo salir todo el dolor, la ira y la soledad de estos diez años. El rencor, la tristeza, la angustia y el odio. Ese oscuro sentimiento que corroe tu alma. Durante esos instantes vuelvo a cuando era muy pequeña y era feliz. Fugaces recuerdos pasan por mi mente. Mis padres riendo, un niño pequeño y yo jugando, un hombre alto y hogareño que me cogia en brazos...
-¿Y el abuelo?
-Ahí viene.
Las dos nos quedamos mirando al otro lado del claro. Instantes después, el hombre alto de mis recuerdos, aunque más mayor, aparece entre los árboles. Al verme, agarra el hacha que lleva con más fuerza y se acerca rápidamente a nosotras.
-¿Quién eres y qué quieres?-su voz es ronca e inflexible.
-Nicolás, tranquilo. Es ella, es Lexa.-responde...mi abuela.
Me resulta raro pensar en ella como mi abuela.
-Ángela, eso es imposible, está muerta. Te está mintiendo.
Mi abuela lo mira con reproche pero sé que eso no va a servir para convencerle. Buscando en mi cuello, agarro mi objeto mas preciado y lo saco de debajo de la camisa. Mi abuelo, al ver el collar se queda mudo y sus ojos se llenan de lágrimas. Sin decir una sola palabra más, tira el hacha al suelo y me rodea con sus brazos, dándome un cálido abrazo. La felicidad me inunda por primera vez tras diez años de sufrimiento. Pero el destino me odia demasiado y cuando me separo de mi abuelo, veo una gran columna de humo en el cielo. Si mis cálculos son correctos, proviene del campamento.

Reinaré En El NorteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora