- ¡Ah! Y por favor Dios, que mañana ya no siga vivo - susurré mientras lentamente cerraba los ojos, al fin y al cabo, otro día había finalizado.
Abril 1, 3:00 am
Me levanté muy tarde, otra vez. Una de las ventajas de vivir solo es que, nadie te dice a que hora hacer las cosas. Me puse una sudadera sobre la pijama y salí a la tienda que está a unos pasos de mi departamento. Mi cabello era un desastre, pero no se notaba, gracias al gorro de la sudadera. La tarde estaba húmeda, aún había gotas que caían de las hojas de los árboles. El olor a tierra mojada era agradable, había silencio, y todo mundo parecía desanimado, como todo en éste mundo.
- Buenas tardes, - saludé al señor de la tienda.- Buenas tardes, joven Iván- sonrió.
(¿Cómo es que sabe mi nombre?)- pensé.- ¿Me podría vender una caja de leche?, por favor.