Capítulo 2

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Cuando desperté, Sherlock ya no se encontraba a mi lado, sino parado a lado de la cama, completamente vestido.

Parpadeé varias veces, debido a que la luz de la habitación me cegaba. Me senté, y sonreí al ver a Sherlock.

- ¿Cuánto tiempo has estado ahí, observándome? – le pregunté.

-El necesario. – respondió- Ahora levántate y vístete. Vamos a salir. - Después abandonó el cuarto, mientras yo intentaba despertarme completamente.

Bostecé, me levanté y me estiré. Al mirar a mi alrededor, recordé que no era mi habitación. Tomé la bata de Sherlock- que era demasiado larga para mí- y subí hasta mi cuarto.

Me vestí con lo primero que encontré, y bajé. Ya no estaba cansado, al contrario, tenía mucha energía.

Sólo había una cosa que me molestaba. Si íbamos a salir, probablemente era por un caso. Uno nuevo, cuando lo de la chica había sido apenas ayer. Me sorprende como él puede superar a las personas así de rápido. Algunas veces ni siquiera recuerda sus nombres una vez que su caso está resuelto.

Sherlock no estaba en la sala de estar. La señora Hudson entró y me dijo que me esperaba afuera.

Salí. Él estaba ahí, con las manos dentro de los bolsillos de su largo abrigo, viendo hacia la nada, pero algo en su expresión me hacía pensar que estaba preocupado, que algo le estaba afectando gravemente. Cuando se dio cuenta de que estaba ahí, su rostro se relajó.

"Oh, Sherlock."- pensé- "Estás igual de roto que yo"

Tomamos un taxi. En el camino, el usaba su celular, sin dirigirme la palabra. Yo miraba por la ventanilla el cambiante paisaje del centro de Londres. El clima era mucho mejor, el cielo azul, el sol brillante. Pero aún había nubes, y probablemente en la tarde llovería como el día de ayer.

-No es un caso- mencionó Sherlock de repente, sin levantar la vista del celular- Tu pobre capacidad de deducción no me sorprende, la verdad. Siempre sospechando de lo obvio cuando la complejidad es mayor. Llevamos poco tiempo juntos, pero yo siempre sabré más de ti que tú mismo. – Ahí estaba Sherlock, interrumpiendo mis pensamientos una vez más, leyéndome como un libro abierto. Suspiró -Aunque en verdad disfrutaría un homicidio en circunstancias extraordinarias.

Sherlock guardó el celular. Habíamos llegado.

Se trataba de Russell Square Gardens. Un lugar significativo para mí. En ese mismo lugar, mientras bebíamos café sentados en un banco, Mike Stamford y yo hablamos sobre nuestros tiempos de estudiantes y lo que deparaba en nuestros futuros. Ahí fue donde mencioné los problemas que tenía, y como la pensión no me alcanzaba para rentar una habitación en esa área. Entonces, fue ahí cuando Mike sonrío, al pensar en Sherlock y su búsqueda de un compañero que lo soporte.

Yo había pasado caminando por ahí, cojeando, apoyándome en un bastón, la mirada fija hacia adelante. Sin sospechar por un momento como mi vida cambiaría al conocer a ese hombre alto, de rizos oscuros y un intelecto superior a cualquier otra persona que haya conocido. A ese hombre que ahora era tan importante para mí, del que me he vuelto tan dependiente, quien me da aquellas dosis de adrenalina y emoción que me hacen falta.

Sentí el tacto frio de la mano de Sherlock al tomar la mía. Su mano encajaba perfectamente con la mía. Eso era extraño. Normalmente soy yo el que toma su mano, el que lo besa sin parar, el que hace los cumplidos.

Nos sentamos en una banca. No sabía cómo el conocía la importancia del lugar, si nunca se lo comenté. En fin, él es Sherlock Holmes, él lo sabe todo... más cuando se trata de mí.

-John- dijo Sherlock. Se esforzaba por reprimir sus sentimientos, evitar que un nudo en la garganta le impidiera continuar- Hay algo que debo decirte...Yo...

No tenía idea de lo que diría, pero su mirada afligida me decía que era algo malo. Me preocupé. No quería escuchar malas noticias, no ahora, no de él.

Volteó a ver a otra parte. Yo sentía como mi corazón latía con fuerza. Cuando comenzó a hablar, su voz se escuchaba tranquila.

-Yo creo que subiste un par de kilos. Debes ejercitarte más.

Típico de él, usar el humor para no hablar de temas que le parecen incomodos, un hábito que compartimos. Yo sabía que, lo que en realidad me quería decir, ya no lo diría. Que había cambiado de opinión al último momento para no lastimarme. Pero seguí el juego.

-No es verdad- respondí ofendido- es... es el suéter.

-Díselo a la pesa

Fingí reírme, y Sherlock sonrió... falsamente. Es más que bueno conteniendo sus emociones, pero en sus ojos aún se reflejaba una clase de melancolía.

No podía dejar de pensar en aquello que me diría, eso que ahora se había vuelto un secreto. Sí, soy consciente de que él sabe cosas que yo no, y debe guardar incontables secretos. Pero siempre soy muy inseguro en estas cuestiones. Yo, que me considero la persona que lo conoce más en el mundo, debo vivir sin conocer su pasado, sin conocer sus sentimientos, sus angustias...Como una grieta que nos separa de tener una relación "normal". Pero lo nuestro nunca fue así, nunca fue ordinario. Y tal vez sea mejor así... tal vez eso hace que sus pocas muestras de afecto y confianza sean tan significativas. Aunque tengo que ser muy paciente para sentirlas...Y la espera se me hace eterna.

Una pareja pasó frente a nosotros. Tomados de la mano, mirándose fijamente y sonriendo, besándose traviesamente. Sólo faltaba que aparecieran corazoncitos a su alrededor para enfatizar más su enamoramiento.

Miré un momento la mano de Sherlock. Lo vi a él, su mirada fija en ellos, y yo pensé que tal vez podríamos ser así...

-No duraran- declaró Sherlock con frialdad- Ella lo engaña. Él lo sabe. Observa la fuerza con la que sostiene su mano, él se aferra, pero ella no. Mira los regalos que le ha comprado. Cree que comprándole cosas se quedará... idiota. Ella no deja de checar el celular, y le está sonriendo más a su pantalla que a él... Pero... vaya, vaya, ¿Qué está pasando?

El chico le arrebató el celular a la joven, deslizó sus dedos por él, leyendo los mensajes con ira.

Empezaron a gritar. La chica lloró.

Cerré los ojos.

-A veces odio que hagas eso- respondí, desilusionado.

-Lo... siento. Nunca he intentado animar a alguien. – contestó Sherlock. Había sinceridad en su profunda voz. - Supongo que es porque nunca alguien me ha importado tanto y la gente y sus sentimientos complicados son más una carga que un beneficio. Es más divertido irritarlos. Pero te traje aquí con la esperanza de que este lugar te traiga paz y tranquilidad, y las demás cosas mundanas que buscas.

-Lo haría si me besaras- No sé porque había dicho eso. Lo dije sin pensar. Para mi sorpresa, no tuve que repetirlo. Sherlock alzó mi mentón y lo hizo.

Al final, susurré al oído de Sherlock.

- "Es una ruptura dolorosa. No podernos besarnos frente a ellos."

Y él simplemente respondió:

- "¿A quién le importa la decencia?"

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