Capítulo 4

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Sentí un repentino vacío en el estómago. Casi podía escuchar una sirena de emergencia dentro de mi cabeza, y ver una parpadeante luz roja. ¿Hablar sobre mí? Nunca hablábamos sobre mí. Sherlock no lo necesitaba, porque de un fugaz vistazo, puede deducir mi vida completa, analizarme de pies a cabeza. Todo lo que quería saber sobre mí, ya lo sabía. En cambio, Sherlock para mí seguía siendo un misterio, y mi tema favorito. Si yo fuera un alumno y Sherlock Holmes una asignatura en el instituto, sin duda sería mi predilecta.  De la emoción, casi olvidaba el "plan" que me ocultaba. Casi.


-Tu cumpleaños es mañana- dijo Sherlock—no creo tener que recordarte que toda clase de festividad me parece absurda y una gran pérdida de tiempo. Pero si puedo recomendarte que vayan a aquel restaurante en Soho donde atrapamos al espía ruso de doble identidad. Estoy seguro de que a la señora Hudson, a Molly, a Harry, a Mike, y a Galvin les gustará.


-Greg- lo corregí- ¿cómo sabes que los invitaré a ellos?


-Sin ofender, John, pero no tienes muchos amigos.


-Aun así- dije- olvidaste al más importante.


- ¿A quién?


-A ti.


Sherlock se puso tenso.


-Yo...- miró a su alrededor con nerviosismo, como buscando una clase de excusa - yo no podré ir porque... tengo trabajo. Cosas importantes que hacer.


Yo sabía que no.


- Sherlock, si no quieres ir, sólo tienes que decirlo. No te estoy obligando


- Te compensaré, John


Tengo que admitirlo, al principio sí me sentí algo molesto. Y triste. Pero entendía porque no quería ir, y no podía enojarme por eso. Para Sherlock, relacionarse con las personas es lo más difícil. Si no es por un caso, o si no las conoce, las evita.


  Le es imposible desconectar esa parte de su cerebro que lo mantiene alerta, analizando todo. Infinidad de pensamientos llegan a su mente, y no puede detenerlos. No podía simplemente relajarse y divertirse. No podía encajar. Lo que para mí era una casual reunión con amigos, para él era un incómodo martirio. Tal vez por eso lo consideran "frío" o "inhumano". El mismo se hace llamar "sociópata". Pero yo sé que no es así. Veo este comportamiento más como un mecanismo de defensa, para proteger sus emociones.


Siento que, con el paso del tiempo, el mismo se está dando cuenta de eso. Y está descubriendo que la gente realmente no es tan mala. Me gusta pensar que está encontrando esas emociones que creía haber perdido. Ese era mi objetivo. Estaba aprendiendo a amar, a preocuparse. Y eso estaba bien.


No todo el mundo podía ver ese lado sensible de su personalidad dominante.


Sherlock fue muy amable conmigo, a su manera, el resto del día. 


Las horas pasaron rápidamente.  Cayó una noche fresca, y yo me asomaba a la ventana, donde los automóviles pasaban y podía ver luces y personas. Nuestro apartamento, desordenado, lleno de cosas curiosas, con una carita sonriente pintada en el patrón de la pared y las marcas de disparos que formaban las iniciales de la reina Victoria, con los papeles clavados con un cuchillo en el marco de la chimenea, y el cráneo de Sherlock, era el único punto inamovible en un mundo cambiante. Ese lugar, era mi hogar. Y me sentía feliz ahí, con Sherlock. Era nuestro, y era eterno.


Escuché como Sherlock le gritaba a la televisión. Estaba viendo un programa de entrevistas, y le encantaba mencionar los errores en voz alta.


Lo besé, y le dije que era tarde y me iría a dormir. Mi cama se sentía cómoda y suave como una nube, e inmediatamente caí en un sueño profundo al cerrar los ojos.


Entonces, un ruido discordante como si alguien con largas uñas rayara un pizarrón, un chillido agudo y desesperante, me despertó de golpe. Salí de inmediato. 


La sala estaba a oscuras, pero pude distinguir la silueta de Sherlock con su violín, tocándolo sin el más mínimo reparo.


- ¡Sherlock! – grité- ¿Qué diablos es eso?


- ¡Música, John! Pensé que te gustaba la música.


-La música, sí, no esos lamentos de gato encerrado.


Me señaló el sofá largo con la vara del violín.


-Recuéstate- me ordenó.


Lo hice.


-Cierra los ojos.


-Que mis oídos no sangren esta vez, por favor- comenté, y los cerré.


Entonces, me tocó una melodía suave, y elegante. Un verdadero deleite. Como chocolate fundido hecho notas musicales. No la reconocí, quizá era una composición suya. Todas mis preocupaciones desaparecieron por ese glorioso instante, y sentí mi mente despejada. No supe cuando dejó de tocar, porque me quedé dormido con una sonrisita dibujada en mi cara. Cuando desperté, estaba en mi cama, con una cobija cubriéndome, y era de día.


Estaba seguro de que no había sido un sueño, porque en mi memoria era muy real. Me imaginé a Sherlock cargándome, llevándome a mi cama cuando estaba completamente inconsciente.


Revisé mi celular. Se me hacía tarde para el trabajo. Sherlock me había enviado un mensaje también.


"Fui a Bart's. No me busques. Roncas cuando duermes. Se te hace tarde. Feliz cumpleaños- SH"


Cuando llegué del trabajo, me encontré a Greg a la entrada de 221B. Cargaba una maleta negra con el cierre abierto, donde sobresalía una cámara y doblaba un tripie.


-Hey, John- me saludó. Guardó el tripie en la maleta y la cerró. - Ya me iba, niño del cumpleaños. 


-Greg, ¿para qué es eso? - señalé su maleta.


-Sherlock me pidió que le ayudará a grabar un video para tu cumpleaños. Ya sabes, por no poder ir a la cena. Lo voy a editar.


-Oh, bien- sonreí- Nos vemos a las 6.


-Claro, puedo asegurarte que el pastel es mi división. ¿Irá Mycroft?


-No, está muy ocupado. De todos modos, Sherlock me mataría si lo invito.


-Vale, nos vemos.


Sherlock grabándome un video por mi cumpleaños. Eso sí era interesante.  Probablemente una hora explicando porque la celebración de los cumpleaños es superflua.


Cuando entré, la señora Hudson estaba ahí.


- ¡Feliz cumpleaños, John! -  gritó, y casi me da un ataque. Me abrazó tan fuerte que apenas podía respirar- ¡Qué rápido pasan los años!

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