Después de un largo viaje en tren llegamos al destino, mi futuro colegio, Hogwarts. Los de primer año según indicó un hombre debíamos ir en barca. Me monté en una junto otros niños de mi curso. Uno de ellos se llamaba Blaise Zabini, era un chico de piel oscura y un tanto más bajo que yo. Los dos estuvimos hablando y era bastante simpático, por no mencionar que compartía las misma ideas que yo, pues él también esperaba ser de Slytherin. Según nos íbamos acercando, se podía apreciar el castillo, las vistas eran impresionantes y dudaba mucho que alguno no estuviera sorprendido o fascinado.
En unos minutos llegamos al colegio, o más bien, castillo. Siempre había oído hablar de lo increíble que era Hogwarts pero sin duda la realidad superaba todas mis expectativas. Dentro nos esperaba una profesora de aspecto mayor pues tenía unas cuantas arrugas en su cara, gafas y un traje verde muy notorio, al parecer, se llamaba Minerva McGonagall y sería nuestra profesora de Transformaciones.
- Bienvenidos a Hogwarts. El banquete de comienzo de año se celebrará dentro de poco, pero antes de que ocupéis vuestros lugares en el Gran Comedor deberéis ser seleccionados para vuestras casas. La Selección es una ceremonia muy importante porque, mientras estéis aquí, vuestras casas serán como vuestras familias. Las cuatro casas se llaman Gryffindor, Hufflepuff, Ravenclaw y Slytherin. -sonreí al instante que mencionó la última- Mientras que estéis en Hogwarts, vuestros triunfos serán puntos para vuestra casa, mientras que cualquier infracción hará que los pierdan. Al finalizar el año, la casa con más puntos será premiada con la Copa de las Casas.
La profesora continuó hablando pero yo dejé de prestarle atención pues estaba imaginando como sería el ganar la Copa de las Casas y más en Slytherin, ¿qué pasaría si no acabara allí?
En unos minutos todos los estudiantes nos dirigíamos al Gran Comedor para por fin, ser sorteados en las respectivas casas. El lugar era inmenso y estaba repleto de personas y de comida. A pesar de mis dudas, estaba seguro de que terminaría en Slytherin. Llegamos al final, y pude observar el Sombrero Seleccionador, parecía bastante antiguo y poco cuidado.
McGonagall comenzó diciendo nombres, la persona debía ir a allí, colocarse ese antiguo Sombrero y éste decía el nombre de la casa a la que pertenecería. Algunos a Ravenclaw otros a Hufflepuff, yo por mi parte me entretenía observando los que iban a Slytherin. Mi padre había mencionado en ocasiones algunos de los apellidos como Goyle o Crabbe. Justo antes de que me llamaran a mi, fue el turno de Draco Malfoy, un muchacho delgado y de cabello rubio platino. Sabía quién era su padre, Lucius Malfoy, había sido un mortífago como el mío y por tanto era amigo de mi padre. En el caso de Malfoy, el Sombrero nada más rozar su cabeza exclamó:
- ¡SLYTHERIN!
La mesa estalló en aplausos y Draco orgulloso se dirigió hasta allí. Segundos más tarde, McGonagall pronunció mi nombre. Me dirigí hacia ella seriamente, sintiendo como todas las miradas se centraban en mi en el momento en el que colocó el Sombrero en mi cabeza, sin embargo yo no les prestaba mucha atención.
"Theodore Nott. Recuerdo el seleccionar a tus padres. A tu familia. Tu linaje de sangre demuestra a la casa a la que irás. Mucho talento veo en ti, no lo desperdicies... SLYTHERIN"
La mesa de Slytherin volvió a estallar en aplausos por haber conseguido otro miembro, mientras que una sonrisa de superioridad se formaba en mi rostro. Me senté allí mientras muchos me estrechaban la mano dándome la enhorabuena. Al lado mía estaba Malfoy, estuvimos hablando gran parte de la ceremonia, pavoneándose del dinero de su familia y demás. Pero bueno, era sangre limpia, ¿qué importaba? En un momento nos quedamos en silencio pues habían mencionado a Harry Potter. Entonces era cierto, aquel chico que derrotó a Lord Voldemort, tenía mi edad y estaba en mi año. Miré hacia donde estaba McGonagall para poder verlo, y en efecto, allí estaba. El muchacho era poca cosa, tenía ojos claros como yo, su cabello oscuro, más que el mío, y unas gafas. Su mata de pelo tapaba aquella famosa cicatriz, que muchos intentaban comprobar. Todos escuchaban atentos para saber en la casa que acabaría. Después de un rato el Sombrero anunció que sería Gryffindor. Muchos de mi mesa rieron, mientras que otros tantos bufaron.
Más tarde comenzó el deseado banquete, todos comíamos con ansia pues la comida era impresionante. Noté a alguien observándome, era una chica. La habían seleccionado también hoy. Tenía el pelo castaño y unos ojos bastante bonitos a decir verdad. Cuando yo la miré, apartó la mirada, se le notaba triste y diferente, simplemente como si no quisiera estar allí. Borré esos pensamientos y continué hablando con otros Slytherins.
La noche en el Gran Comedor terminó y los prefectos nos llevaron hasta nuestros respectivos dormitorios. Allí, conocí mejor al resto de los Slytherins de mi año. Malfoy, Crabbe, Goyle y Blaise, aquel al que conocí en las barcas. Ellos serían mis compañeros de habitación. Al día siguiente tuvimos nuestras primeras clases, pociones enseñadas por Snape, el jefe de nuestra casa, entre otras asignaturas, pero sin duda esa era la mejor.
Se me había olvidado mencionar a las chicas de mi casa. Eran Pansy (sangre limpia y por ello respetable), Millicent Bulstrode (también sangre limpia), Daphne Greengrass (sangre limpia y muy atractiva), en cambio la chica de ayer, la que me miraba, no era sangre limpia, quizás por eso se sentía diferente en Slytherin. Pero, ¿quién se atreve a estar en Slytherin sin ser sangre limpia? Es algo incompresible además de prácticamente un insulto a nuestra propia casa. Aquella chica se llamaba Tracey, Tracey Davis.A lo largo del año comencé a formarme como el chico serio y frío de Slytherin, y es que este primer año había pasado muy rápido. Al parecer Quirrell, el profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras servía a Voldemort, quien se encontraba oculto en su turbante. Y como era de esperar, Harry Potter se había enfrentado a él, derrotándolo y aún más consiguiendo que ganaran la Copa de las Casas, quitándonos el título a nosotros. Por ello, Draco Malfoy estaba furioso, más que nunca, siempre que Potter hacía algo se quejaba y nos lo comentaba, pero el hecho de perder la Copa le había molestado más que en ninguna otra ocasión.
Así había pasado nuestro año, nuestro primer año y lo único que podía pensar ahora no era sobre el tener que encontrarme de nuevo con mi padre alcohólico sino en lo que me depararía el año que viene en este colegio.
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