3. Una vida no tan diferente

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—Kao y yo somos primas, o lo éramos —explicó la rubia mientras comenzábamos a lavar y picar vegetales.

—Te pareces mucho a ella —dije y sonrió con melancolía. 

—Lo sé —dijo acomodando su cabello detrás de su oreja, para terminar respirando realmente profundo—. Vine a ayudar a mis tíos con la tienda y me transferí a la escuela de Takeshi, de ahí lo conozco. También soy pianista —explicó mientras me sonreía ampliamente. 

Quise sonreírle, pero esa sonrisa tan parecida a la de Kaori me hizo llorar.

»Lamento lo de Kao —dijo dejando atrás su sonrisa—, sé cuánto la querías y me imagino lo mucho que la extrañas.

Hikari hablaba mientras demasiadas lágrimas surcaban sus rosadas mejillas.

—Ella solo llegó, revolvió mi vida y desapareció dejando un corazón excitado y un desorden en mi vida —dije—. ¿Por qué nunca me dijo que estaba enferma?, ¿por qué se rindió cuando me alentaba a seguir la vida?, ¿por qué tuvo que morir? —pregunté quizá buscando acabar con toda la incertidumbre que su muerte me había dejado.

—Estaba cansada —explicó Hikari—, y asustada. También quería tener el valor de seguir adelante, pero no era tan fuerte... Ella quería amar esta vida que le daba tanto miedo, por eso te empujó a amarla, pero ya no había tiempo. 

Su voz sonaba fracturada por el llanto.

—La amo —dije mientras temblaba de dolor.

—Kao te amaba —rrespondió ella y mis piernas perdieron la fuerza. Me fui al piso al escuchar esas dolorosas palabras que me daban la certeza de esa imposibilidad—. Lo lamento Arima Kousei —repitió y, después de apretar los puños sobre su hermosa falda de pliegues rosas, se fue de mi casa, dejándome tan dolido como hacía años intentaba no sentirme.

Lloré amargamente rodillas al piso, no sé por cuanto tiempo, pero fue mucho seguramente, pues estaba bastante oscuro cuando Tsubaki, que entraba a mi casa y mi cocina, me obligó a levantar la cara.

—¿Qué pasó? —preguntó confundida y preocupada. 

—Se me apareció el fantasma de Miyasono Kaori —respondí sin ganas de seguir llorando—, se llama Miyasono Hikari.

—¿Hika chan está aquí? —preguntó Tsubaki. 

Yo asentí informándole lo poco que sabía.

—Vino a ayudar a sus tíos con la tienda... y a romperme más el corazón.

—Lo siento —dijo Tsubaki que, llegando hasta mí, me rodeaba con sus brazos.

—No importa —mentí. Eso era tan importante que no podía solo ignorarlo—, tarde o temprano ocurriría. Tenía miedo de que alguien parecida a ella pudiese llegar a mi vida, pero nunca creí que llegaría alguien tan similar, ¿sabías que también es música? —pregunté.

—Pianista —respondió Tsubaki asintiendo.

—Dijo que Kaori me amaba —anuncié y Tsubaki llevó la mirada al piso.

—Lo siento —repitió ella y, poniéndose de pie, continuó con esa comida que Hikari y yo no habíamos logrado completar. 

* *

Un rato después cenábamos en completo silencio.

—Si quieres podemos volver de una vez —sugirió—, no quiero que te hagas más daño.

La miré fijo, y contrariado. 

En cuánto esas palabras, que tanto había querido escuchar, llegaron a mí la imagen de Hikari destelló en mi cabeza y el dolor de perder lo que no había recuperado me llenó el corazón. 


Continúa...


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