—¿Seguro no te quieres ir? —preguntó Tsubaki mientras desayunábamos.
—Tal vez enfrentarme a esto es lo que me hace falta para poder superarlo —sugerí.
—Hikari no es Kaori —señaló mi amiga—, Kao chan está muerta.
—Lo sé —dije agachando la mirada y me fui a vagar por ahí.
* *
—Ven aquí, ven aquí, ven aquí... —escuché una voz algo conocida y me decidí a seguirla.
Encontré con Hikari suspirando después de que el gato blanco al que llamaba se fuera altanero.
La rubia dejó caer su cabeza al frente con pesadez, y no pude evitar reírme de su cara de decepción. Eso provocó que ella me mirara, primero sorprendida, pero luego rió conmigo.
—Nunca me han querido los gatos —explicó—.Cuando éramos pequeñas, Kao tenía un gato negro y siempre me mordía, me rasguñaba o me ignoraba, así fue, ha sido y sospecho que será con todos los gatos y conmigo.
—Ella tenía la habilidad de atraer a los más ariscos —expliqué refiriéndome a mí, quizá.
—Lo sé, lo hacía siempre, lo hizo contigo —mencionó y mi entrecejo fue asaltado por la duda—. Kaori decía que eras justo como un gato —explicó—: arisco, desconfiado, altanero, a veces obstinado y siempre pareciendo desinteresado pero curioso.
No pude evitar reír al conocer el concepto que Miyasono tenía sobre mí.
—¿Ella platicaba de mí? —pregunté asombrado.
—Todo el tiempo —dijo—, Arima Kousei era de lo único que ella hablaba.
—Debes estar aburrida de mí, entonces.
—Claro que no —aseguró sonriendo—, ella era feliz cuando hablaba de ti. Me encantaba lo que en ella provocabas. Cuando hablaba de ti era tan radiante como el sol, parecía como si no hubiese ninguna pena en su alma, solo la felicidad que le dabas.
—Yo no la hacía feliz —confesé apenado—, nunca hice nada por ella.
—Claro que lo hiciste —refutó Hikari—, le abriste la puerta de tu corazón, le diste esperanzas y ganas de amar la vida, le diste tu tiempo y espacio, eso la hacía feliz.
—Yo no le abrí la puerta de mi corazón —aseguré—, ella destruyó un muro para meterse por ahí y apropiarse de él. —Sonreímos—. Y no le di nada, ella tomó todo. Yo era completamente de ella, quizá aún lo soy.
—Ella era todo un caso, ¿no es cierto? —preguntó la rubia sonriendo.
—Uno muy complicado de resolver. Nunca siquiera pude entenderla —confesé— me limité a amarla de lejos, soy un cobarde.
—Eran un par de cobardes —dijo Hikari—. Ella le temía tanto a la vida y tú a vivir... Aunque esa es solo mi impresión. Disculpa si te estoy juzgando, después de todo no te conozco mucho.
—Pues parece que me conoces más de lo que imaginas —dije—. Siempre temí vivir, temía que me pasaran cosas que me estremecieran, temía entusiasmarme con algo que pudiera luego perder, temía amar algo que no podría tener... Soy como dices, un cobarde. Lo siento.
—Conmigo no tienes que disculparte —aseguró.
—¿Crees que Miyasono san me perdone? —pregunté al borde de las lágrimas.
Mis sensibles cuerdas estaban siendo tocadas por la representación de un fantasma que me dolía, más que asustarme.
—Puede ser —dijo ella—, pero tampoco es ella quien debe hacerlo.
Hikari sonrió, confundiéndome.
—¿Con quién debo disculparme, entonces? —pregunté en serio curioso.
La rubia me miró con ternura y sonrió casi con lástima.
—A ti —respondió—, por no intentar que nada entre ustedes pasara. Aunque Kaori nunca lo hubiera permitido —declaró—, por eso te digo que no tienes que disculparte con ella tampoco.
Continúa...
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PUEDE SER ELLA
FanfictionADVERTENCIA ***Si no has visto el anime o el manga y piensas hacerlo, NO LEAS ESTA HISTORIA, te spoliaría y no me hago responsable de ello, ¿OK?*** Yo, Arima Kousei, decidí que mi alma le pertenecía a Miyasono san, a esa chica loca, rubia y de ojo...