2. Una sonrisa diferente, la misma luz

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Cuando mi cerebro terminó de analizar la situación, cuando mis ojos aceptaron al fin que era real lo que veían, mis lágrimas comenzaron a recorrer mis mejillas.

Aunque el color de cabello, la estatura y el apellido eran el mismo, la Miyasono san frente a mí no era Kaori Miyasono. Lo supe cuando sus ojos grises me miraron con sorpresa y también con confusión.

Ella parecía conocerme, aunque no entendía que yo la conociera. Pero no lo hacía, todo había sido una confusión.

—¿Arima Kousei? —preguntó y, después de que su rostro se empañara con la confusión, hizo una nueva pregunta—. ¿Por qué lloras?

«¿Yo estaba llorando?» 

Claro que lo estaba haciendo. Segundos atrás murió la esperanza de volver a deleitarme con esa hermosa sonrisa y esos ojos destellantes que, desde que la conocí, amé de Miyasono san.

—¿Estás bien? —preguntó Takeshi que muy confundido se acercaba a mí. 

Asentí, pero era una total mentira, mis ojos incapaces de contener las lágrimas lo decían.

—¿Quieres que te acompañe a tu casa? —preguntó la chica rubia a la que no podía apartar la mirada. 

No pude negarme. Aunque sabía que no era Kaori Miyasono, su parecido era tal que la parte más idiota de mí pedía tenerla cerca.

—¡Oye no! ¿Y nuestra cita? —reclamó Takeshi y ella hizo un puchero cargado de molestia. 

—Yo no quiero salir con un chico egoísta que no se preocupa por alguien que claramente no se encuentra bien —dijo moviendo su dedo en negativas frente a la cara de su acompañante. .

—Miyasono san... —comenzó a hablar él pero ella le interrumpió e ignoró presentándose conmigo.

—Soy Miyasono Hikari y te acompañaré a tu casa —dijo tendiéndome una mano y regalándole una cálida sonrisa. 

Takeshi suspiró mirándome como si deseara apretarme el cuello.

—Vamos pues —accedió molesto el chico—, te acompañaremos a tu casa para poder seguir nuestra cita.

—O puedes venir con nosotros —ofreció Miyasono Hikari sin cuestionar a su acompañante—, así te animas un poquito. 

Y, como su sonrisa me hacía sentir un poco bien, a pesar de la evidente molestia de Takeshi acepté.

Miyasono Hikari no era tan diferente a Miyasono Kaori, físicamente y en personalidad eran bastante parecidas. Ambas eran como una fuente interminable de alegría que nacía seguramente en su corazón, y que se desbordaba por cada mirada, cada sonrisa y cada poro de su piel, llenando su alrededor. 

Algunas horas después llegamos a mi casa y les invité a pasar y comer conmigo. Necesitaba de esa calidez que desprendía Hikari y que pensé no volvería a sentir después de que perdí a Kaori.

Takeshi se disculpó explicando que no podía saltarse en ensayo y se ofreció a llevar a Hikari a su casa, pero ella tenía sus propios planes.

—No es necesario —dijo—, ya que invitó le haré compañía un rato al gran Arima Kousei. —Sonrió—. Hablaré con mis tíos por teléfono así que no te preocupes —dijo para nuestro acompañante— nos veremos después Takeshi.

Y, con una sonrisa, logró que la molestia que se estaba acumulando en el chico rubio frente a nosotros se disipara.


Continúa...


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