Chicas diferentes, lugares diferentes

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—Bienvenida —dije a la chica que feliz mostraba ese documento de aceptación en la academia de música. Ella me mostró una reluciente dentadura, juro que era mucho más grande de lo que la recordaba, y agradeció mientras su rostro era iluminado por la felicidad.

Ahora que la tenía cerca no podía hacer nada más que disfrutar cada día de su compañía y comprobar eso que sabía. Hikari y Kaoru eran completamente diferentes. Aunque ambas eran perfectas a su manera.

Y mi relación con ellas no difería tanto. Al final nunca tuve la razón frente a ninguna y de vez en cuando fui golpeado por su mano juguetona. Hikari realmente se estaba convirtiendo en una gran amiga y se lo dije. 

Una tarde, después de que practicáramos juntos a Mozart, dije tirado en el piso detrás de su banquillo: —Cuando te miro siento que no es necesario extrañar a Miyasono san —y su sonrisa desapareció con mis palabras.

—Lo lamento —dijo. Pero yo no entendí a lo que se refería.

—¿Qué es lo que lamentas? —pregunté. Hikari apretó los labios, y quizá también los dientes, y sus fosas nasales se contrajeron mientras un montón de lágrimas escapaban de sus hermosos ojos—. ¿Qué sucede Hikari? —pregunté.

—Lamento ser tan lamentable —dijo— lamento no poder ser capaz de ser una persona importante para ti... lamento no poder ser más que el sustituto de Kaoru... lo lamento tanto porque así no puedo permanecer junto a ti.

Anonadado la vi recoger sus cosas. Le vi intentar salir de la habitación y corrí a ella, sentí como que dejarla ir era perderla. Pero no pude evitar que se fuera, no cuando me dio esa respuesta que me dejó de piedra, clavando mis pies al suelo sin permitirme ir tras de ella.

—¿Qué quieres decir? —pregunté tomándola de la mano.

—La perdiste Arima —dijo—, Kaori está muerta y no puedes hacer nada con eso... Ella se fue y tienes que aceptar ese agujero en tu corazón —comenzando a sollozar.

»No pongas mi imagen sobre la de ella por favor... no te olvides de su voz al escuchar la mía... no creas que no te falta que te mire solo porque yo estoy frente a ti... No soy ella y no puedo cubrir su espacio —informó— por eso no intentaré siquiera acomodarme en un espacio que no puedo llenar, porque no puedo hacerlo —y se fue dejándome inmóvil.

Hikari tenía razón, ella no podía llenar el espacio que Miyasono san se hizo en mi corazón. Pero estaba equivocada en algo, nunca fue mi intención eso. Yo jamás pretendí que ella fuera el sustituto de su prima. Mi comentario era para decirle que cuando ella estaba a mi lado no había espacio en mi cabeza para pensar en nadie más, ni siquiera en Miyasono que tanto amé.

Y es que me enamoré de Hikari, me enamoré de su luz, de su manía de hacer todo perfecto, de ese carácter reacio y estricto. Me enamoré de sus ojos grises y de su melodiosa voz.

Tenía que aclararlo con ella. Pero no pude, pues ella se desapareció.


Continúa... 


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