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La maldad no está en la guerra, está en el hombre. El mal de la guerra no es primario, no es una causa, es una consecuencia. El mal originario habita en el corazón del hombre. Pero ese hombre tiene que ser astuto. Siempre habrá guerras, ¿no? Pues habrá que ganarlas.
¿Habrá guerras porque el hombre no es una criatura bondadosa sino un depredador sin piedad, porque encuentra placer en matar, en torturar, en violar? De acuerdo: seamos claramente eso, seamos la verdadera cara del hombre hasta el fin. El hombre al que llaman "inhumano" es el que nos dará la victoria. Déjale a los otros la mierda humanitaria. Si eres humano, perderás. Si pudiendo matar a un prisionero, lo dejas libre, él te matará en otra encrucijada de la guerra. Pues, no lo olvides, las guerras suelen ser largas. Y el hijo de perra al que hoy perdonas o no ejecutas por esas putas Convenciones de Ginebra, te matará mañana porque ha sabido olvidarlas mejor que tú. Que tu pelotón sea una máquina de matar, y que no se detenga ante nada. Si no matas inocentes, no te temeran de verdad. Si no matas criaturas, creerán que te domina esa imbécil piedad por la pureza de los infantes. No sean hipócritas: los que hoy son niños serán guerreros mañana y matarán a nuestros hijos en una próxima guerra. Terminemos con ellos ahora, ya. Evitemos tener un problema mañana. Busquemos en nosotros, hasta encontrarlo, el placer de matar a un niño. Le aplastas la cabeza y asunto terminado. Lo haces con el pie o con la culata de tu fusil M16. Si lo haces con el pie, te comprometes más. Es tu cuerpo el que mata al inocente de hoy, al asesino de mañana. Si no matas a las madres, creerán que piensas en la tuya o que crees en el mito de ese ser milagroso capaz de dar vida vida. Tú también eres un ser milagroso: sabes dar la muerte. Mata a todas las madres que sea necesario. A todas las que encuentres, qué tanto. Demuéstrales que no vacilarías en matar a la tuya. Observa la perfección de este argumento: si soy capaz de tomar la vida de mi madre, ¿Por qué no sería capaz de tomar la vida de otro? Te diran: "Pero tú no has matado a tu madre. Ella espera en tu patria". Responderé: en cada madre que mato, mato a la idea, a la esencia, al concepto de la madre. Mato a María, la madre de Dios. Y mato a mi madre, porque las he matado a todas al matar la idea, al derruir la santidad apestosa de su concepto intocable. Además, que nadie lo dude: juro matar a mi madre no bien regrese a mi patria. No toleraría tenerla luego de haberles arrebatado a tantos la suya. De paso me libraré de ella, imbéciles. Porque si no lo hice antes fue por cobardía, por creer que lo "humano" era lo bueno del hombre y yo debía ser "humano". La guerra me ha dado otras reglas. El hombre que se hunde en las tinieblas de las "inhumanidad", ése, Carter, es  "el hombre". No el que cura desgraciados en un leprosario. Y la guerra es eso: la experiencia, el ejercicio incansable de la "inhumanidad" de "el hombre". Cuanto más lejos nos internemos en esos caminos, más certera será la victoria.

Carter en Vietnam-José Pablo FeinmannDonde viven las historias. Descúbrelo ahora