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Willard, en ese entonces, en 1968, sabía mejor que yo esas cosas. Era un guerrero auténtico, genuino. Tenía, detrás de sí, muchas batallas. Decir batallas, aquí, en Vietnam, enfrentando a Charlie-nombre que dábamos al enemigo-, no es decir poco. Willard había matado. Había matado de todos los modos en que le fue necesario hacerlo. No me preguntes cuáles. Pero conocía la crueldad y cómo buscar el dolor de los otros. Y cómo tolerarlo. Porque probablemente te sea posible ser cruel. No radica ahí la cuestión. Lo imposible para muchos es soportar lo que tu crueldad produce en los otros, no sólo el dolor, sino la humillación, la degradación, verlo hundirse al tipo, llevarlo a ser un guiñapo, envilecerlo. Verlo, ante tus ojos, dejar de ser un hombre y ser una cosa, una cosa plañidera, derruida. Y, amigo, muy especialmente, no creer tú, por nada en esta
tierra, que te has denigrado junto con él. Que has hecho de ti eso que él ahora, por tu crueldad, es. Mierda, si te crees esa homilía liberal, esa jerigonza humanista, vete a tu casa. No aparezcas por aquí. Willard era de esos hombres. Más aún: no podía vivir sin serlo. Había regresado al hogar. Y había retornado a la guerra. Ahí, solo en Saigón, en este mugroso apartamento, enloquecía. Hasta que lo llamaron de la base del Ejercito americano en Nha Trang.

-Había una fuente con roast beef y langostinos -dice-. Había un General. Un Coronel. Y un civil de mirada esquiva, de piel cetrina, tú sabes, Carter, como aceitunado. Un tipo raro. Fue el que dijo:"Con extremo perjuicio". Así debía yo tratar a kurtz. Era la orden. Luego el general dijo algunas vaguedades. Frases que entonces me sonaron raras, extravagantes. Creo que él era el mismísimo Curtis LeMay. Lo conoses, tal vez. Es un gigante de america. Es el soldado más brutal que tenemos. Habría ya tirado material nuclear sobre Vietnam del norte si por él fuera. Pero ni Nixon ni Westmoreland tienen sus pelotas.
-¿Qué fue eso que le dijo, capitán?
-Dijo que Kurtz, donde ahora está, en medio de los nativos, de los bárbaros, debía sentirse Dios. Y que era una tentación muy fuerte para todo hombre evitar ese sentimiento. Ser Díos. Habló de un conflicto en el corazón del hombre. Entre la razón y la sinrazón. Entre el Bien y Mal. Dijo que el Bien no siempre triunfa. Que, a veces, el lado oscuro se impone. Se impone, dijo, a eso que lincoln llamo el Ángel Bueno de nuestra naturaleza. Me asombraron esas palabras, Carter. Te diré por qué. Me asombró que pensara que yo ignoraba eso. Llevo años en el Ejército. Me he metido hasta las pelotas en está guerra. ¿cómo puede tratarme Como a un niño? ¿Cómo puede suponer que desconozco el triunfo incesante del lado oscuro sobre el Bien, que el Bien no siempre triunfa, que es la sinrazón la que nos sofoca una y otra vez hasta llevarnos a las puertas de la locura? En cuanto a esa frase de Lincoln. Dios, yo también la conozco. Desde niño la he oído. ¿Qué demonios es el Ángel Bueno de nuestra naturaleza, Carter? Llevo una vida buscando el mío. Nunca lo he visto. Ni siquiera lo he  presentido. Ha sido tan huidizo, tan esquivo, que he dejado de buscarlo. Si en algún lado está, al demonio con él. Puedo seguir vivo. ¿Habrá algo de opio por aquí?

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⏰ Última actualización: Mar 12, 2017 ⏰

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Carter en Vietnam-José Pablo FeinmannDonde viven las historias. Descúbrelo ahora