Bienvenidos a la República Independiente de mi desastre

2. Lo que te llevaste.

Vamos a echarle una carrera al minutero, moriremos solos, pero será divertido. Desde que te conozco, me decías que tu ausencia se me hará menos pesada sí miro las constelaciones cada noche, porque mis ojos eran las estrellas que guiaban tu camino. Yo me perdí en ese cielo, primero en calma, pero poco a poco se divisaba una tormenta. Dile a la soledad que se acueste contigo, que te eche un polvo para recordarte que yo sigo aquí aunque no estés, que sigo sin saber encauzar mi vida, y por eso busqué una brújula entre las piernas de ese desconocido. Me dijiste que debería haber sido más cauta, pero, cielo, soy un desastre, un desastre con nombre, apellidos y corazón triturado. "Deja de aferrarte a mis caderas, porque me voy a ir igual", te decía todas las noches, pero de lo que no me di cuenta es que era yo la que acabaría extrañando el aroma que desprendía tu camisa, los abrazos en una parada del autobús cualquiera, pequeños, pero grandes detalles, la inexperiencia de nuestras primeras veces y un sinfín de cosas que no podría enumerar ni contando los lunares de tu espalda, que eran infinitos, al igual que tu sonrisa. Digamos que no hubo victoria, no hubo guerra, no hubo heridos, solo dos corazones hechos añicos por exceso de valentía ajena, he dicho de valentía, sí, porque se necesitan dos cojones para dejar ir uno de tus pilares solamente por una astilla de una noche.
Te destrocé la vida al igual que tú me destrozabas las medias. Todo irá bien, conocerás a otra persona que te llene como no lo pude hacer yo, que sea capaz de añadirte todo lo que yo hice que te faltara, que sea tus mejores amaneceres, y el mejor de tus placeres. Y yo... Yo seguiré buscando el amor al final de cada copa, bajándome las bragas para, así, intentar subirme la autoestima, pero no servirá de nada, porque nada te puede llenar sí solo le pones cabeza, y no corazón, pero, el mío se fue contigo.