18. Balas.

8 0 0
                                    

Podría rimar tu vida con la mía.
Hacer de los besos, la métrica más perfecta que existe.
Pídeme que te recite a Neruda, a Benedetti, a Garcilaso, por si a caso un día no estás.

Mirar Gran Vía desde el reflejo de tus ojos fue el reto más bonito que jamás he podido hacer, porque cuando pestañas, todo Madrid se mueve.

Podría decirte miles de cosas bonitas, como eso de "si tú no, yo tampoco", que la luna no ilumina nada en comparación con tu sonrisa, y que el hueco que hay entre tus lunares es mi tierra prometida, donde estampar besos con sabor a "todos mis futuros son contigo."

Me he dejado desterrar por ti, un destierro sempiterno, inevitable. No volveremos, a irnos. No volveremos al mundo, prefiero el nuestro, ese que está bajo las sábanas un domingo cualquiera.

No me llena, no me llena ver pasar los días, y verte de cuerpo presente pero de mente ausente. Yo pensar en ti, y tú pensar en ella, una sola frase "a ver qué pasa", porque lo que me pides es una farsa, no cumplo lo que realmente esperas.

Ambos sabemos que no, que no iremos a la luna de la mano, porque uno de los dos habrá querido volar, sin ni siquiera haber aprendido a abrir las alas. Mientras tanto, el otro quiso volar, pero no había la suficiente calma en ese huracán que llamas vida.

Me aferro a un clavo ardiendo, a las sutiles promesas de tierra firme, cuando solo son arenas movedizas, y seguimos sin llegar a puerto.

Yo, que siempre fui de tener seis balas en la recámara para intentar matar a todo aquel fantasma que tuviera los cojones de venir a molestarte. Tú, que no sabes lo que es querer, y tampoco tienes intención de aprender, con esa puta sonrisa haces que dispare todos mis cartuchos a la única persona capaz de entender tu puta locura, yo.

Bienvenidos a la República Independiente de mi desastreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora