9. Desequilibrio.

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Hay días en los que es mejor no salir de la cama, seguir entre las sábanas de ese mundo idílico y soñado del que nadie me puede echar de una patada. Aún así reúno las fuerzas necesarias para salir a ver cómo va la vida más allá de mis sueños.

Hoy me he encontrado un secreto a voces, una alarma que todo el mundo oía menos yo, el último grito de un náufrago antes de ser tragado por la inmensidad del mar. Y es que, te hice bailar con mis demonios aún sabiendo que les pisarías los pies, lo que no sabía era que me ibas a pisar también la vida.

Ser fuerte no significa que no pueda llorar porque, cielo, me ahogo cada noche en un mar de lágrimas provocadas por el ardor de tu recuerdo... ¡Qué contradicción! ¿No?

Te di todo mi tiempo, pero se me ha hecho tarde, cariño, la hora del café se ha acabado y sólo me quedan los posos al final de la taza, negros. He acabado por hacer lo que un día me prometí no hacer, enamorarme de un alma libre, que prefiere atarse a las piernas de una desconocida a arriesgarse con una loca sin cuerdas alrededor.

No me cuentes cuentos chinos, de esos que no se cree nadie, porque por muy ingenua que sea, yo tampoco lo hago. Me he dado cuenta de que detrás de tus pestañas hay cien mil y una ideas, pero ninguna buena, porque siempre has dado en ese punto ciego que sabías que me iba a escocer más que cualquier herida abierta.

¿Que qué pasa ahora? Pues que acabo como siempre y a ti parece importarte bien poco. Acabar como siempre es haberte dejado mi mundo a tus píes y tú lo pisoteaste como si nada, me lo has roto en mil pedazos, me lo has reconstruido sin tener en cuenta las infraestructuras de mis heridas... ¿Ahora cómo sé yo cómo iban colocadas? Bueno, da igual, sangrar sangrarán igual.

Te advertí que te cuidaras de todas esas que no comparten tu brillo, sino que lo quieren acaparar, pero al final no te acordaste de cuidar de mi... Después de todo yo soy aquella chica invisible en la que nadie se fija, porque los valores de hoy se han disipado entre tanta hipocresía y falsos profetas que predican el ejemplo del egoísmo.

No me vale de nada echarte de menos porque no volverá aquel que me curaba las heridas con abrazos demoledores de huesos. Nunca ha habido nada más allá de una amistad tóxica, llena de mentiras y patrañas que no controlaría ni el mejor de los actores, pero busqué en ti algo que los demás no eran capaz de darme: complicidad, amistad y locura, sobretodo locura.

Has sido para mi esa inyección de vida que tanto necesitaba, pero no fuiste un gran cirujano, no comprendías que cuando el amor viene, viene y no se puede hacer nada, te fue más fácil poner la eutanasia a un corazón que estaba moribundo, en lugar de intentar hacer una operación de urgencia.

Tranquilo, que yo estoy bien, bien hundida, digo. Haz lo que quieras con tu vida, pero llévala por buen camino, no como yo, que por enamorarme de quién no debía he acabado por ser un cuerpo que ni siente ni padece.

Bienvenidos a la República Independiente de mi desastreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora