6. Tú.

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Quiero dejar de abrazarme a ti como sí se me fuera a ir la vida en ello. Necesito desengancharme de las películas de amor los domingos por la tarde, cuando no tengo nada que hacer, y de creerme toda esa basura que por ahí osan a llamarlo amor. Cuando salgo a la calle nos veo reflejados en las parejas que van de la mano, pero ahora mastico chicle, que es más sano que intentar digerir de golpe todas las mentiras que me contaste. Nos faltó un verano para conocernos, o nos sobró para evitar no haber lavado nuestros trapos sucios, según cómo se mire.
He necesitado vasos en exceso, besos de desconocidos y un corazón nuevo para intentar olvidarte, y aún así no he podido, he pisado antros por no haber podido pasar entre los retales de este corazón dehilachado.
Ahora queda el recuerdo de lo que fuimos, esas ruinas que podrían asesinar al mejor de los poetas en noche de luna llena, donde los recuerdos se convierten en una realidad paralela al mundo en el que vivo, que el sofá de los abrazos me parece el mejor refugio si estás tú para acurrucarme entre tus brazos como hacías siempre, aunque no sirve de nada porque ya no estás y solo me queda tu olor pegado en los asientos, pero tarde o temprano, desaparecerá, como todo en la vida.
Suele decirse que hay que mirar quién mata por ti antes de morir por nadie, pues tú me disparaste a pecho descubierto cuando sabías que estaba dispuesta a ir a la guerra en tu nombre y morir en el intento, pero te resultó más fácil apretar el gatillo.
Soy tan idiota que resurjo de mis cenizas para darte otra oportunidad, y no sólo una, todas las que me pidas, porque no hay mayor placebo que el de tu boca besando mi frente, no hay mayor droga que la sonrisa que yo te causo, y no hay mayor frenesí que el que me producen tus abrazos... Así he acabado, rota. Cuando creía que las cosas iban mejor de lo esperado, un "no te quiero" salió de tus labios, y ahí fue cuando me cansé de luchar, vendí mi alma al diablo a sabiendas que éste sabe más por viejo que por su condición endemoniada, y que no sería capaz de salvarme ni aún llevándome al más bonito de sus infiernos.
Huye sí es lo que quieres, déjame aquí, sola, herida y con el corazón pisoteado, porque sí, has ganado la batalla, has ganado, pero por última vez, o eso espero.
Me has desordenado la vida como has querido, y, ahora, estoy intentando echarte de ella, y no veas lo que duele, es como arrancar pequeñas espinas que están dentro de una herida, y parece que no se acaban... Porque así eres tú, eres mi espina clavada en el pecho izquierdo que, por mucho tiempo que pase, jamás podré sacar.

Bienvenidos a la República Independiente de mi desastreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora