Bienvenidos a la República Independiente de mi desastre

19. Como trenes en la estación.

Hacemos que la vida duela mucho más de lo que duele en verdad, en lugar de empezar a valorar las pequeñas cosas. Entre "ojalá" y "espero que..." se nos va la vida, porque no apreciamos los pequeños detalles que esta nos brinda.

Somos propensos a aferrarnos a la mínima posibilidad de que algo ocurra, cuando todo el mundo sabe que lo que tenga que pasar, pasará. Estamos agarrados al último pico de esperanza en alguien que promete que cambiará, pero que no lo hará, porque no quiere hacerlo.

Maquillamos nuestras palabras con "espero que salga bien" u "ojalá lo consiga", pero se queda en papel mojado. Mi madre me enseñó que si quieres algo o a alguien, lucha, lucha para conseguirlo. A base de palos me he dado cuenta de que una retirada a tiempo, es una victoria... Las madres también se equivocan, ya que no podemos obligar a que nos quieran, sería como obligar a un suicida a tirarse por un puente.

Hay una verdad universal que dice que quien te quiere, te quiere siempre, con tus más y tus menos, con ojeras de panda, mal humor y hecha ruinas por dentro. No todo el mundo tiene la suerte de encontrar a alguien que apueste todo por pasar la vida entre besos, abrazos, pelis malas de antena 3, discusiones tontas y polvos de reconciliación. Hay personas que optan por destruirte con palabras-balas que se te clavan en el pecho izquierdo.

Huye, huye de todo aquel que te quiera mal. Huye de los problemas innecesarios, de los besos envenenados y de las palabras retocadas. Aléjate de las promesas vacías, de los amores de un rato, de las amistades tóxicas. Desvincúlate de todo aquello que no te haga feliz, y no resistas algo que no estás dispuesto a resistir.

Y cuando todo pase, la tormenta cese, los truenos se queden sin voz y las personas aprendan a valorar, ahí estarás tú para decir:

"Lo siento, pero tu oportunidad, como los trenes en la estación, pasó."