Una conversación casual...

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No sé cómo diré estas palabras. No me atrevo siquiera a repetirlas en mi mente.

Tengo la sensación de que tú también lo presientes, pero igualmente, aguardas en silencio el momento en que la verdad se revele por sí misma.

Nunca dejaste un espacio tan amplio como lo ha sido en esta ocasión. Y sin embargo, aquí me tienes frente a ti.

Creí que me juzgarías, que te opondrías a toda afirmación que te hiciera. Eso era lo que creía, pues así ha sido siempre mi experiencia con las personas que se creían más poderosas y que por sólo tener un lugar prestigioso dentro de la sociedad, pensaban que tenían derecho a pisotear los sueños ajenos.

Pero contigo fue diferente. Me sentí relajada, lo cual era extraño, porque siendo una persona tímida, nunca me había sentido tan libre de ser yo misma frente a nadie.

Había una mesa de madera donde un par de sillas la rodeaban. Hiciste una señal con la cabeza, invitándome a tomar asiento para así estar más cómoda.

En la cocina, que estaba a unos pocos pasos, había una pava a punto de hervir. La retiraste en el punto exacto y mientras caminabas a la son de una melodía que aún no podía reconocer, comenzaste a tararearla casi sin darte cuenta. Sabes muy bien que la música siempre fue para mí algo muy importante. No sabría explicar el por qué, pero así lo era.

Mientras preparabas el mate, yo observaba cada uno de tus movimientos. ¡Cuán grácil eras! ¡Impresionante! Todos tus movimientos seguían algún ritmo, era enternecedor.

Cebaste el primer mate y lo probaste. Por tu expresión, claramente estaba exquisito; pese a que era el primero y el agua es siempre demasiado tibia. Pocas son las personas que pueden cebar un buen mate. Por ejemplo, yo no era una de ellas. Pero eso, ya lo sabías.

— Todo terminó para mí. — largué finalmente las palabras que desde un principio temí admitir.

— Claro que no — sonrió y me cebó mi primer mate — .Esto recién comienza. — aclaró.

— No entiendo... Yo ya estoy...— no podía pronunciar ése estado deplorable que le seguía a la vida. Aún no estaba lista.

— Si. Lo estás. Llegada la hora, todas las almas vienen a visitarme. Lo cual me alegra mucho, eso significa que han recibido satisfactoriamente mi invitación. — confirmó mis dudas y pasmada por su comentario, simplemente me dediqué a tomar mi mate de un solo sorbo, sin dejar de mirarlo ni por un instante.

Me daba mucha intriga, pero llegado a ése punto de la conversación, era evidente que yo ya sabía todo de él y a la inversa. La verdadera cuestión del asunto, era entonces qué estábamos haciendo allí.

— ¿Y exactamente qué hacemos acá? — pregunté inconclusa.

— Creí que era evidente — me miró con gracia y continuó diciendo—. Tomamos unos mates.

— Si — reí liberando los escasos nervios que me quedaban. —. Y unos muy buenos. — halagué a mi interlocutor y ya entrando en confianza le pregunté: — ¿Y después? ¿Ya no te volveré a ver? ¿Me tendré que ir?

— Ese "después" no importa tanto como lo que vamos a charlar ahora. Así que deja de preocuparte por eso. La relación tiempo/espacio ya la has dejado atrás. Por lo tanto vamos a lo interesante — sus palabras dieron lugar a un silencio donde intercambiamos miradas, por mi parte de intriga y por parte suya de pura expectación. —. Cuéntamelo todo. Con lujo de detalles. Quiero oír absolutamente todo.

Lo miré unos segundos y entonces pregunté:

— ¿Mi historia?

— Si. Tu vida. Quiero escucharte hablar de ella.

— Creí que ya la sabías. Pensé que lo veías todo.

— ¡Claro que sí! ¡No me perdí ni un capítulo! Lo vi todo, de principio a fin, cada segundo de tu vida, cada persona o cosa que se cruzó en tu camino y cómo repercutió en ti— confesó fascinado y ciertamente emocionado por aquella osadía—. Pero siempre fui nada más que un espectador. Por ese motivo es que ahora quiero escucharte hablar de tu vida.

— Pero... ¿Por qué?

— Porque cada alma merece ser escuchada sin ser juzgada. — su sonrisa y sus profundas palabras me transmitieron la paz que necesitaba, y entonces, cuando levanté la voz para comenzar a contarle sobre mi viaje por la vida, mis pensamientos dejaron de escribirse en ella.

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