Dolía, juro que mirarlo dolía. No dolía por su belleza, dolía por su universo. Estaba tan perdido, tan inconsciente de la realidad, que podía ver los pensamientos batallando en su mirada. Podía sentir el miedo palpable en su piel. Podía escuchar su corazón, su hermoso corazón.
Él era magnífico, mágico, todo, él lo era. Era mi primer pensamiento en las mañanas, pensaba en él incluso antes de despertar. Con él lo quería todo, quería el mundo, quería las estrellas, lo quería todo para compartirlo con su compañía. Pero él fue efímero, fue como un sueño en mi realidad. Tan doloroso y aliviante como un estornudo. Su presencia casi era divina. Me hacía pensar en mis pecados, en darme cuenta de mis deseos más pecaminosos, y en mis malos hábitos. Estaba dispuesta a cambiar.
Por él.
Pero fue mi perdición. Olvide como despertar sola con mis cabellos alborotados. Olvide como ser independiente de sus estados de ánimo. Olvide como ser yo.
Me arrastró por su locura, y ahora no se como levantarme. No tengo como curar mis rodillas raspadas, y me temo que tampoco quiero, pues el dolor me hacer notar que el sigue presente en mi, y no deseo soltarle, no puedo.
Está tan dentro de mí, que mi corazón duele al pensar en un café por las mañanas sin sus besos. Oh, sus besos. Está tan dentro de mi, que mis ojos no ven más allá de sus pestañas. Oh, su mirada.
Está tan dentro de mi, que me volví dependiente de su locura.
Cuando él se iba, mi alma estaba con él en sus bolsillos. Su olor no sólo quedó en mis sábanas, quedo en mi mente al igual que su recuerdo. Cada vez que salgo a la calle, él está. Cada vez que leo un libro, él está entre las páginas. Y está en mis párpados cada vez que cierro los ojos, con la esperanza de soñar con sus manos calientes derritiendo mi piel.
Recuerdo una madrugada, cuando dijiste que me querías. Que me querías muchísimo, que siempre estoy y estaría presente hasta en el último rincón de tu cabeza. ¡Oh, loco, loco chico! Que mentiroso eras en ese entonces.
Recuerdo cada mentira, cada roce, cada abrazo con sabor a despedida. Recordarte duele, duele casi o más que mirarte como si nunca nos hubiéramos conocido.
Mirarte duele.