Era tan reconfortante como un abrazo de madrugada, me relajaba tanto como el sonido de la lluvia en las noches, me conocía tanto como yo conocía cada uno de sus lunares, me amaba tanto que nunca alejaba sus brazos de mi cintura.
Amaba su mente, sus pensamientos me transportaban a su pasado, sus ojos eran la cosa más maravillosa en el mundo, no había algo que encantaba más que su mirada sobre mí, sus labios siempre fueron arrebatadores, succionaba mi alma con cada roce, mi piel se erizaba con sus caricias, y hacia mis ojos acuosos y enamorados con palabras y acciones que sólo el podría alguna vez realizar.
Estaba tan perdida en él.