Duele mirarte y no encontrar la esperanza brillante en tus ojos ¿A dónde se a ido el loco soñador? Probablemente se a perdido entre las nubes.
Cuando mire las estrellas, te recordaré como una de ellas. Brillante y mágica colisionando contra mí. No tuviste piedad. Sólo tú sobreviviste, saliste invicto de nuestra explosión cósmica, intacto, con tu corazón hinchado de recuerdos. El mío quedó perdido entre las galaxias de tus ojos. Oh, que lejos has llegado. Incluso te puedo sentir en la resequedad de mis labios. Oh, eres un nadador perdido. Me gustaría saber como llegaste a las mareas de mi cabeza, y lo más importante, como te desbordaste por toda mi anatomía.
Los mares atormentados que habitaban en sus ojos, refrescaban mi piel. Me gustaba nadar entre sus memorias, tatuar mi piel con sus recuerdos, y sentir que era parte de ellos. Para que las cerezas, las fresas, si la quinta maravilla de la tierra la probé en la destreza de sus labios.
El fruto prohibido, mi propia tentación terrenal, mi lindo torbellino de destrucción. Contigo nada me hacía falta. Las estrellas en tus ojos me fascinan, y los oros de tus cabellos me hacen cosquillas en las mejillas. Si hubiera tenido la oportunidad, hubiera acabado contigo.
Pero eres tan inevitable como la muerte, tan enfermizo como el cáncer, tan devastador como una guerra nuclear, tan caliente como la lava.
Y no pude.
La simple idea de herirte no puede siquiera nadar en mi cabeza, el amor que te tengo es más fuerte que todos tus males, mis ganas de estar contigo son más fuertes que tus defectos.
Quiero peinar tu cabello, recostárme en tu pecho y escuchar tu corazón. Tus latidos. Mi canción favorita.
Esto es tú culpa ¡Tú maldita culpa!
Odio mi dependencia de ti, mira lo que me has hecho.
No hay un lugar en el mundo, en donde pueda reconciliarme conmigo misma. Desestabilizaste mi vida, me has dejado en un constante aturdimiento. Eres sinónimo de desastre, y sólo Dios sabrá cuantas noches he tratado de ordenar mi vida. Eres como el maldito jetlag. Oh, el hombre de mi adolorida alma.
En mi mano tengo tus mentiras. Me gusta tocarlas, acariciarlas para volver a sentir el éxtasis de tus palabras. Qué mejor droga que tu mirada. No es necesaria ninguna palabra, porque incluso antes de conocerte, anhelaba tenerte.
¡Oh, tonto, tonto chico! Fue un placer dejar mi corazón en tus manos.
Fue lo más hermoso y devastador que me pudo pasar, nunca supe si sentirme halagada o desgraciada de que me hayas roto el corazón.
Trato de recordar nuestro comienzo, recordar lo que fuimos. Así no me lamento tanto al final.
Nuestro tormentoso final.