Él.
Uh... Él.
Sonreír involuntariamente, es culpa de él.
Caminamos por las calles, bajo la luna, quien me miraba frunciendo su ceño ante las aguas cristalinas de mis ojos, bajo las nubes, que se esparcían en la tranquilidad de los cielos, bajo Dios, quien nos miraba con su sabiduría eterna, con amor en sus ojos, viendo a sus hijos entregándose uno al otro, con el amor más puro, con los toques más delicados, con los corazones llenos de inocencia.
Los árboles danzaban, dejándose llevar por el movimiento del viento, quien celebrando también, susurraba nuestros nombres.